sábado, 14 de julio de 2012

Un as en la manga 15 de junio El segundo debate fue como una jugada de póker, una partida que exige estrategia, concentración e inteligencia, y saber reaccionar ante el azar. Decía mi padre que al póker ni menos de tres ni más de cinco, se refería al número de jugadores que favorece la probabilidad de buenas jugadas. A pesar de que los lotes no costaban lo mismo, desde el principio AMLO y Peña Nieto concentraron la mayoría de las fichas, lo cual los colocó en la más cómoda de las posiciones, sobre todo porque se puede apostar mucho sin arriesgar demasiado, o bien, sólo mandar con juego seguro a fin de conservar lo ganado. Esta última estrategia fue la elegida por AMLO, sabedor de que la tendencia en las encuestas lo mantiene hacia arriba, él no necesita quitarle fichas al adversario ni recurrir al bluff, así que se dedicó a sostener la inercia, esta propiedad que tienen los cuerpos de permanecer en su estado de movimiento rectilíneo, mientras no se aplique sobre ellos ninguna fuerza. Para cruzar la línea del candidato que viene de bajada basta con sostener el ritmo, hay que darle valor a las propias cartas y mandar bien: cambiar la política económica porque no ha funcionado, echar a andar la economía porque si no hay crecimiento no hay empleos, si no hay empleos no hay participación y si no hay bienestar no puede haber tranquilidad ni paz social. Se trata del único candidato que explicó de dónde se van a obtener los recursos para impulsar el desarrollo de México, cálculos que le costaron la animadversión de muchos, por los intereses que trastoca. Primero, combatir la corrupción para liberar miles de millones de pesos; segundo, ejecutar un plan de austeridad republicana, terminar con un gobierno faraónico con sueldos ¡hasta de 600 mil pesos mensuales!, porque no puedo haber gobierno rico con pueblo pobre; y tercero, terminar los privilegios fiscales. No habló de desaparecer el Senado ni de reducir significativamente el presupuesto del IFE, lo cual me hubiera encantado, pero esas no son sus propuestas, sino ideas que yo retomo de otros analistas. Al final, AMLO decidió repartir sus fichas entre todos, la situación de la patria es grave y no está para menos: “hago un llamado a todos los mexicanos a unirnos, a las clases medias, a los empresarios, a unirnos todos para salvar a México. A los priístas y a los panistas de abajo, a los ciudadanos del PRI y del PAN que están igual de necesitados como la mayoría de la gente… vamos a unirnos para terminar con este régimen de corrupción y de privilegios”. La decisión de Peña fue diferente, compró muchas fichas y apostaba alto para que no se notara que su fortuna iba hacia abajo; quería ganar, y aunque no tuviera juego todo el tiempo mandó alto –la voracidad es virtud del buen tahúr–, así que ofreció promesas muy positivas para todos: esbozó muchas líneas de acción como anuncios publicitarios milagrosos, porque nunca llegó a explicar las estrategias ni de dónde sacaría los recursos para desarrollarlas. “Mi propuesta es que tú ganes más y te alcance para más, que los empleos que se ofrecen sean mejor pagados, que cuando no tengan las medicinas a que tienes derecho del instituto que debiera otorgártelas, las puedas recoger en cualquier farmacia, habrá transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción”. Esto último sí que sorprendió, toda vez que los gobiernos y gente de su partido no dejan de dar motivo a escándalos por acusaciones de peculado y negociación con el crimen organizado. La mala suerte acompañó a Josefina. Como traía cartas bajas todo el tiempo, prefirió recurrir al bluff antes que retirarse. Ella elevó la apuesta y buscó quitarle votos hasta a Quadri, quien no juntaba ni para las entradas. Con tono de frustración, quiso llevar a los candidatos al terreno del escándalo político, pero como sus adversarios no le creyeron y le pagaron por ver, al abrir sus cartas quedó a la vista que no tenía nada. Por dedicarse a atacar, ella olvidó presentar su plataforma electoral. Desencajada, pero sobre todo rijosa, se despidió con la mirada torva y la quijada endurecida de siempre. Sin duda, el bluff y el engaño son la parte más atractiva del póker: provocan una emoción que nos pone en alerta y bastante excitados. Uno puede perder todo o ganar mucho, y eso depende de la capacidad de autocontrol. Por eso la emoción y la excitación son malas compañeras del tahúr. En la mesa del debate Josefina acaparó los momentos más violentos y atractivos de la jugada, pero pagó caro esa actuación: en la medida que ganaba audiencia perdía votos. Porque en el juego y en la política, más vale calcular fríamente las estrategias para ganar, que evitar parecer aburrido. Y sin embargo, nunca falta el que no sabe perder, o el que traiciona y rompe las reglas, en especial cuando no se juega entre amigos. Un tuit en medio del debate dejó ver que Peña Nieto traía un as en la manga, y así supimos que no sólo el PRI, sino también el Estado, le hacía llegar cartas marcadas.

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