sábado, 14 de julio de 2012

Liminal 13 de julio del 2012 En vez de vivir una celebración, después de la elección participamos de un ritual de aflicción: procesos judiciales de impugnación y megamarchas contra la imposición en todo el país. Somos partícipes de un rito de paso para acompañar un cambio en la situación social de México (¿restauración o transformación?), y de un cambio de estatus de dos personajes principales: Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto. Los grandes cambios no sólo dependen de dos personas, pero ellos representan dos fuerzas que se oponen y que al estar polarizadas obligan a todos los actores a tomar un rol en el escenario político. El primero atraviesa la transición de candidato a líder histórico, y el segundo quiere pasar de candidato a presidente impuesto. Por lo pronto han librado la primera fase, separados de la multitud fueron presentados a la sociedad a través de mensajes simbólicos en campañas electorales: “El cambio verdadero está en tus manos” o “Este es mi compromiso y tú sabes que lo voy a cumplir”. Ahora se atraviesa el momento más difícil: la etapa liminal. Se trata de la fase más confusa y ambigua de un rito de paso, porque al experimentarla no se posee ningún atributo del estatus pasado ni del futuro, por el momento nadie está arriba, y para llegar, hay que experimentar lo que es estar abajo, hay que ocupar el lugar de la oscuridad. Se trata de una fase peligrosa y de grandes riesgos, hay que demostrar el poder de lo débil o el poder de la debilidad: el de la humildad, el compromiso con el pueblo, el valor de la democracia. El pueblo no sólo atestigua: es un actor clave del ritual que ha salido a peregrinar a las calles. El comportamiento de la ciudadanía es también expresión de la liminalidad: estando abajo, en el lugar de la desgracia y con el menor estatus, reclama su posición de fuerza (“Somos el quinto poder”), representa el impulso moral de la sociedad. La ciudadanía ha ejercido un papel ejemplar en este proceso electoral: una importante mayoría acudió a votar a las urnas, a contar y llenar actas, se organizó en diversos movimientos para vigilar el proceso electoral. Después vino la desilusión y salieron a las calles. Hay quienes salieron a reclamar mentiras, como la falta o menor saldo en su tarjeta de Soriana; son muchos los engañados. Para mi gusto, los exégetas del ritual electoral han sido los tuiteros y los chicos del #YoSoy132; de acuerdo con su percepción, interpretan y explican el sentido de los símbolos y las tramas entre el IFE (“Instituto del Fraude Electoral”) y los medios (“Apaga la tele, enciende el cerebro”), el de los comerciantes (“Soriana, aprende, la patria no se vende”) y los gobernadores (“No a la imposición”). Han sabido capitalizar previas movilizaciones sociales: las de las víctima de Atenco, del SME, del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, y de resistencia de Morena, entre otros. Los periodistas están jugando el papel del etnógrafos: analizan el rito desde su posición ideológica, como sujetos ubicados realizan investigaciones que compensan y sustituyen la falta de acción de las instituciones encargadas, de los lentos y pasivos actores de la Fepade, del tribunal electoral. Como árbitro y restaurador del equilibrio, el IFE atraviesa también un túnel sombrío; debe responder a las impugnaciones del proceso electoral para ganarse la confianza de la ciudadanía. Desde el lugar de la hegemonía, los locutores de la televisión juegan el papel que tenían los bufones en las monarquías: plebeyos que comen con la realeza desde un lugar incierto, porque no son ni políticos ni ciudadanos, pero tienen permiso de burlarse de la contienda, siempre y cuando se sometan a la voluntad del rey impuesto. La Iglesia no está callada, está abajo y arriba. Por un lado el padre Solalinde, importante defensor de los derechos humanos de los migrantes, cuestiona el papel del IFE y de los poderes fácticos para “imponer candidatos”, pide al propio PRI desmantelar el priato para poder iniciar una renovación y poder alcanzar un país verdaderamente democrático, les recomienda realizar un acto de reconocimiento de sus errores y pedir perdón. “Siempre apostamos por un país democrático donde la voluntad del pueblo se pueda expresar realmente, no que un poder fáctico pueda imponer candidatos e inclusive pueda tener bancadas en el Congreso”. Pero al mismo tiempo los cardenales emulan al candidato impugnado, Norberto Rivera representa a la realeza y no le gusta la impugnación, ruega para que se evite dividir al país, ya quiere pasar la página e imponer su agenda política. Sus huestes de la sociedad civil, como el Comité Nacional Provida, están atacando la campaña del condón que actualmente difunden el Conapo y la Secretaría de Salud, buscan comprometer a Peña Nieto con una agenda que valida la censura y que violenta el derecho a la información, se identifican con el primer candidato del PRI que es egresado de una escuela del Opus Dei, saben que cuentan con él. En algún momento saldremos del lugar críptico y liminal en que estamos. Nos falta superar la tercera fase del rito, la de la reincorporación y vuelta ¿a la restauración, o a la transformación?
Cambiar las circunstancias Gabriela Rodríguez/29 de junio 2012 La situación de México es demasiado grave como para pensar en frivolidades: hoy hasta los partidos y los candidatos parecen secundarios. Hay transformaciones que son urgentes, frente a las cuales es crucial el papel de la ciudadanía. Cambiar a México no es una meta a corto plazo, todo lo contrario. Todos sabemos que los grandes cambios no se hacen de la noche a la mañana ni con unos cuantos. Se requieren años de esfuerzo y la amplia participación de toda la gente: de las organizaciones y redes sociales, de las mujeres, de los jóvenes, de los trabajadores y de los desempleados, de las y los jefes de familia, de las personas de la tercera edad, periodistas y activistas; de quienes gozan de mejores posiciones, profesionales, universitarios e investigadores, emprendedores y empresarios, de gerentes y directivos, tomadores de decisión. Pero también necesitamos de los militantes de partidos, de los políticos y de los funcionarios de gobierno, de los que siendo honrados están ahí, para que nos ayuden a limpiar la clase política y mejorar a México. ¡Nos urge sustituir a muchos políticos actuales! Se han infiltrado demasiadas mujeres y hombres deshonestos, oportunistas, corruptos, voraces, no sólo en las gubernaturas de los estados, también en el Congreso, en las presidencias municipales, en las secretarías, en los más altos niveles, en la Presidencia. Hay mucho trabajo que hacer, y tenemos que entrarle todos desde donde estemos. Lo único que podemos cambiar en el corto plazo son las circunstancias, y eso a veces, como ahora que atravesamos un proceso electoral. En la medida que este proceso sea verdaderamente democrático, transparente y limpio podríamos mejorar algunas circunstancias. Las actuales elecciones son una gran oportunidad para disminuir la concentración del poder en una clase política que más bien parece casta. El próximo domingo podríamos quitar a gobernantes y candidatos que no son más que súbditos de unos cuantos multimillonarios, de quienes se han adueñado del dinero y de los medios de comunicación, herederos de fortunas y beneficiarios de las trasnacionales los más decentes, otros que a costa de privatizar y transar con bienes de la nación pasaron a la lista de Forbes en un sexenio. Políticos corruptos y narcos también forman parte de la casta de los acaudalados de México. Son ellos los que no quieren soltar el poder. Para mi gusto, el movimiento social que cimbró la importancia de esta elección fue el de los jóvenes universitarios. Es un orgullo contar con una juventud con la capacidad crítica de los #YoSoy132. Ellos nos llevaron a orientar la mirada en los medios, en el poder de manipulación y control que ejercen sobre el pensamiento y las conciencias. “Apaga la tele, enciende el cerebro”, decía alguna de sus inteligentes pancartas. Al asumirse como sujetos políticos participan y se organizan para cambiar la historia: “Somos el quinto poder”. Ciudadanos que valoran las elecciones como una oportunidad de cambio; “Alto al gobierno impuesto”; “La tv embrutece a la gente, queremos elecciones justas, dignas, que esta vez no exista el fraude”. No llaman al voto nulo sino al voto informado y razonado. Han descubierto que los dueños de las televisoras tienen candidato y quieren imponerse a cualquier precio. “No vendas tu voto, que no te callen, que no te engañen, participa”; “Los ojos del mundo están sobre estas elecciones, ¡vigila!, ¡watch!”. Palabra tan internacional como el Twitter, su potente medio alternativo de comunicación. Se trata de la elite universitaria, del 20 por ciento de la juventud, de quienes han tenido la oportunidad de estudiar, de quienes viajan por el mundo y leen los periódicos. Son parte de la elite intelectual. La parte crítica y comprometida que no está en Televisa ni en los periódicos de la derecha, la que está interesada por terminar con las desigualdades y con la pobreza de México. Son de izquierda: “Gritamos por la pobreza extrema, por el gobierno represor, por los 60 mil muertos, por el acceso a un trabajo digno”. El 50 por ciento de las y los mexicanos no estudian más allá de la secundaria, no leen los periódicos y su fuente de información es la televisión. Son quienes tienen más confianza en los locutores de la televisión y en los curas que en los periodistas y los investigadores. Me decía una señora del mercado: “Dice el padre que si votas por la izquierda habrá muchos muertos en el país”. Esta es la mitad de la población mexicana que podría vender su voto por una despensa, por una tarjeta de teléfono, por 500 o mil pesos. Cambiar esta situación nos llevará muchos años y exige trabajar con todas las fuerzas de la izquierda que han demostrado compromiso con la lucha contra las desigualdades sociales. Habrá que trabajar además con quienes se identifican en otras posiciones pero están interesados en mejorar las condiciones. ¡Vayamos a votar!
Un as en la manga 15 de junio El segundo debate fue como una jugada de póker, una partida que exige estrategia, concentración e inteligencia, y saber reaccionar ante el azar. Decía mi padre que al póker ni menos de tres ni más de cinco, se refería al número de jugadores que favorece la probabilidad de buenas jugadas. A pesar de que los lotes no costaban lo mismo, desde el principio AMLO y Peña Nieto concentraron la mayoría de las fichas, lo cual los colocó en la más cómoda de las posiciones, sobre todo porque se puede apostar mucho sin arriesgar demasiado, o bien, sólo mandar con juego seguro a fin de conservar lo ganado. Esta última estrategia fue la elegida por AMLO, sabedor de que la tendencia en las encuestas lo mantiene hacia arriba, él no necesita quitarle fichas al adversario ni recurrir al bluff, así que se dedicó a sostener la inercia, esta propiedad que tienen los cuerpos de permanecer en su estado de movimiento rectilíneo, mientras no se aplique sobre ellos ninguna fuerza. Para cruzar la línea del candidato que viene de bajada basta con sostener el ritmo, hay que darle valor a las propias cartas y mandar bien: cambiar la política económica porque no ha funcionado, echar a andar la economía porque si no hay crecimiento no hay empleos, si no hay empleos no hay participación y si no hay bienestar no puede haber tranquilidad ni paz social. Se trata del único candidato que explicó de dónde se van a obtener los recursos para impulsar el desarrollo de México, cálculos que le costaron la animadversión de muchos, por los intereses que trastoca. Primero, combatir la corrupción para liberar miles de millones de pesos; segundo, ejecutar un plan de austeridad republicana, terminar con un gobierno faraónico con sueldos ¡hasta de 600 mil pesos mensuales!, porque no puedo haber gobierno rico con pueblo pobre; y tercero, terminar los privilegios fiscales. No habló de desaparecer el Senado ni de reducir significativamente el presupuesto del IFE, lo cual me hubiera encantado, pero esas no son sus propuestas, sino ideas que yo retomo de otros analistas. Al final, AMLO decidió repartir sus fichas entre todos, la situación de la patria es grave y no está para menos: “hago un llamado a todos los mexicanos a unirnos, a las clases medias, a los empresarios, a unirnos todos para salvar a México. A los priístas y a los panistas de abajo, a los ciudadanos del PRI y del PAN que están igual de necesitados como la mayoría de la gente… vamos a unirnos para terminar con este régimen de corrupción y de privilegios”. La decisión de Peña fue diferente, compró muchas fichas y apostaba alto para que no se notara que su fortuna iba hacia abajo; quería ganar, y aunque no tuviera juego todo el tiempo mandó alto –la voracidad es virtud del buen tahúr–, así que ofreció promesas muy positivas para todos: esbozó muchas líneas de acción como anuncios publicitarios milagrosos, porque nunca llegó a explicar las estrategias ni de dónde sacaría los recursos para desarrollarlas. “Mi propuesta es que tú ganes más y te alcance para más, que los empleos que se ofrecen sean mejor pagados, que cuando no tengan las medicinas a que tienes derecho del instituto que debiera otorgártelas, las puedas recoger en cualquier farmacia, habrá transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción”. Esto último sí que sorprendió, toda vez que los gobiernos y gente de su partido no dejan de dar motivo a escándalos por acusaciones de peculado y negociación con el crimen organizado. La mala suerte acompañó a Josefina. Como traía cartas bajas todo el tiempo, prefirió recurrir al bluff antes que retirarse. Ella elevó la apuesta y buscó quitarle votos hasta a Quadri, quien no juntaba ni para las entradas. Con tono de frustración, quiso llevar a los candidatos al terreno del escándalo político, pero como sus adversarios no le creyeron y le pagaron por ver, al abrir sus cartas quedó a la vista que no tenía nada. Por dedicarse a atacar, ella olvidó presentar su plataforma electoral. Desencajada, pero sobre todo rijosa, se despidió con la mirada torva y la quijada endurecida de siempre. Sin duda, el bluff y el engaño son la parte más atractiva del póker: provocan una emoción que nos pone en alerta y bastante excitados. Uno puede perder todo o ganar mucho, y eso depende de la capacidad de autocontrol. Por eso la emoción y la excitación son malas compañeras del tahúr. En la mesa del debate Josefina acaparó los momentos más violentos y atractivos de la jugada, pero pagó caro esa actuación: en la medida que ganaba audiencia perdía votos. Porque en el juego y en la política, más vale calcular fríamente las estrategias para ganar, que evitar parecer aburrido. Y sin embargo, nunca falta el que no sabe perder, o el que traiciona y rompe las reglas, en especial cuando no se juega entre amigos. Un tuit en medio del debate dejó ver que Peña Nieto traía un as en la manga, y así supimos que no sólo el PRI, sino también el Estado, le hacía llegar cartas marcadas.
De la corrupción 1 de junio 2012 ¿Es la corrupción un rasgo de la cultura mexicana? Todo parece indicar que sí. Hay un político suprimido en la historia oficialista de México por incorruptible y porque luchó incansablemente por devolver la soberanía al pueblo contra los poderes fácticos de finales del siglo XIX: Ignacio Ramírez, El Nigromante. En reciente publicación de Emilio Arellano, La nueva República (Planeta, México, 2012), se documenta magistralmente de qué manera las élites políticas y eclesiales nos han despojado de la soberanía desde el comienzo de la vida independiente y hasta nuestros días. Como nacionalista liberal, periodista, legislador y uno de los pensadores más radicales y futuristas del México Independiente, El Nigromante luchó por que se reconociera en la Constitución el principio de convertir al trabajo en capital dentro de las empresas para luego dominar el mercado laboral. Consideraba que la inversión extranjera debía sustituir a la nacional cuando a ningún mexicano le interesara desempeñar esas actividades y que la inversión extranjera debía ser complementaria y no sustitutiva de los empresarios nacionales. El también artífice y apóstol del Estado Laico logró consolidar las leyes y materializar políticas que terminaron con el monopolio de la fe, garantizaron la educación laica y gratuita, la libertad de expresión e impulsaron la ciudadanización de la mujer. De los múltiples asuntos referidos en ese texto, presento los más relacionados con el desempeño de los gobernantes y su fiscalización. Para Ignacio Ramírez habría que suprimir el Senado de la República. Sostenía que era de carácter inconstitucional –de acuerdo con la Constitución de 1857–, ya que Benito Juárez lo instituyó con la única finalidad de evadir, desconocer, nulificar o invalidar las decisiones y leyes que consideraba riesgosas para su empoderamiento vitalicio. Además consideraba que todos los gobernantes debían estar sujetos a la revocación de mandato, sin reserva. Reconociendo que por décadas el pueblo ha visto cómo se han desviado los recursos públicos con total impunidad, creó la figura del contralor general de la Federación, cuyo titular sería designado por el pleno de la Cámara de Diputados por mayoría absoluta, debiendo contar con las facultades necesarias para auditar hasta el desempeño del Ejecutivo federal y poder cesar o consignar averiguaciones penales en contra de todo funcionario público, así como recomendar desafuero o revocación de mandato. La revocación de mandato se aplicaría a juicio de la Cámara de Diputados cuando los titulares de algún poder de los determinados, como el Ejecutivo, el Legislativo o el Judicial cometan traición a la patria, comprometan la soberanía y el patrimonio nacional a juicio del pueblo mexicano o a criterio de la Cámara de Diputados. De aprobarse ese precepto constitucional, los delitos cometidos por cualquier funcionario público dejarían de ser delitos de orden común para ser considerados delitos graves sin derecho a fianza, como el peculado, el fraude, el abuso de confianza, la traición a la patria y el desvío de fondos públicos, y no podrán esos delincuentes obtener la libertad provisional. ¿A cuántos legisladores y ejecutivos que han comprometido el patrimonio nacional (electricidad y petróleo) ya habríamos revocado si fuesen vigentes las iniciativas de Ignacio Ramírez? Cuando menos a Peña Niego y Josefina Vázquez Mota. Muchos gobernantes estarían cumpliendo una justa condena por corrupción, la cual, sabemos, es crucial como causal de la violencia y del crecimiento del crimen organizado. Al reflexionar en la lectura y encontrar ciertas similitudes, me doy cuenta de que López Obrador tiene algo del Nigromante, sobre todo por ser un político incorruptible, pero también por su nacionalismo y lucha incansable contra la corrupción gubernamental, y la que hay dentro y fuera de su propio partido y movimiento, virtud que, por cierto, Javier Sicilia no sabe apreciar. Porque ciertas iniciativas de hace 150 años no son anacrónicas, sino premisas modernas –en sentido estricto– y podrían ser remedios vigentes contra algunas prácticas neoliberales dominantes. Por cierto, lo que menos me importa de un político es cuán viejo o nuevo es su discurso, lo sustancial para mí es valorar su pertinencia, ética y efectividad ante los retos actuales. Los gobernantes mexicanos son ejemplares para encubrir a delincuentes y narcos, reproducen una cultura institucional de corrupción que les permite mantener altas posiciones, se hacen de la vista gorda ante actos ilícitos de subalternos y líderes sindicales que ejercen dominio hacia abajo (los casos de Romero Deschamps y Elba Esther Gordillo). Por desgracia, casi ninguna institución mexicana está hoy al margen de la corrupción, ésta se observa hasta en las universidades, tema que valdría la pena que retomara el movimiento #Yosoy132. Aquí un caso muy actual: después de agarrar in fraganti robando a los cajeros de la cafetería de estudiantes de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, cuyos ingresos son cuotas de recuperación para financiar los proyectos de la propia universidad, la secretaria de la unidad, doctora Beatriz Araceli García Fernández documentó el desfalco que llegaba hasta 10 mil pesos diarios y lo denunció ante las autoridades. La institución actuó, como ya es costumbre: en vez de ser apoyada por su jefe directo, doctor Salvador Vega y León, actual rector de la UAM-X, ella se vio obligada a presentar su renuncia. Porque desde hace siglos, en la raíz de nuestra cultura siguen reproduciéndose los anticuerpos de la corrupción como una enfermedad inmunológica transmitida por genes entre la clase política.
Jovenes incandescentes 18 mayo 2012 Como la actividad del Popocatépetl, el México profundo está expresando su indignación con explosiones de intensidad creciente. El episodio de la Universidad Iberoamericana fue como el domo de lava enrojecida que asoma sobre el cráter del Popo, erupción que lanza fragmentos incandescentes de lodo, cenizas, como los gritos a Peña Nieto: “¡Fuera! ¡La Ibero no te quiere!”, “¡Asesino, Atenco!” Erupción que no sólo ocurrió en un volcán, sino también en un centro de enseñanza superior, en un territorio donde se crea y difunde el conocimiento, donde la voz sustituye a las cenizas y es expresión de libertad. ¿Quién pretende contener la indignación de la juventud? Aun frente a la responsabilidad confesa de Enrique Peña Nieto (EPN) por usar la fuerza pública para poner orden y paz a base de tortura y violación masiva que hicieron sus huestes en Atenco. Se trata de un acto de conciencia de clase, de estudiantes que saben que ninguno de los agresores de Atenco ha sido sancionado –como en los tiempos de Salinas–, que reaccionan a la violencia priísta que pretendió comprarlos para callarlos y ficharlos ese día, que piensan que EPN no tiene derecho a ser presidente –como afirmó Carlos Fuentes–; muchachos representantes de 20 por ciento de los jóvenes universitarios privilegiados, mientras la otra mitad de la población no tiene acceso ni a la prepa, aunque sí a la televisión (91 por ciento). La televisión tiene gran influencia en las nuevas generaciones, en mayor medida sobre quienes no leen periódicos y cuentan con menor escolaridad. El Estado ha descuidado otros factores formadores de opinión pública relevantes, como la familia y la educación. La sociedad está teledirigida, diría Giovanni Sartori. La democracia ha sido definida con frecuencia como un gobierno de opinión, pero el poder de la imagen se coloca en el centro de todos los procesos de la política contemporánea. El pueblo soberano “opina” sobre todo en función de cómo la televisión le induce a opinar, ya sea en la elección de los candidatos, en su modo de plantear la batalla electoral, o en la forma de ayudar a vencer al vencedor. Los sondeos de opinión consisten en preguntas formuladas por el entrevistador y respuestas que dependen ampliamente del modo en que se formulan las preguntas y que, frecuentemente, el que responde se siente “forzado” a dar una respuesta improvisada que resulta débil, volátil, inventada en ese momento con tal de decir algo, pero sobre todo produce un efecto reflectante, un rebote de lo que sostienen los medios de comunicación. Los sondeos de opinión reinan como soberanos: un millar de mexicanos son continuamente interrogados para decirnos a nosotros, es decir, a los otros 112 millones lo que debemos pensar. Porque es falso que la televisión se limite a reflejar los cambios que se producen en la sociedad; en realidad, la televisión refleja los cambios que ella misma promueve. El problema surgió cuando el acto de ver suplantó al acto de discurrir, la fuerza arrolladora de la imagen rompe el sistema de equilibrios. Con la televisión, la autoridad es la visión en sí misma, es la autoridad de la imagen. Lo esencial es que el ojo cree en lo que ve; y, por tanto, la autoridad cognitiva en la que más se cree es lo que se ve. Lo que se ve parece “real”, parece verdadero. Porque la televisión se exhibe como portavoz de una opinión pública que en realidad es el eco de regreso de la propia voz. La pantalla es falsa porque descontextualiza, se basa en primeros planos fuera de contexto. El reduccionismo es enorme: lo que desaparece es el encuadre del problema al que se refieren las imágenes. La imagen es enemiga de la abstracción; explicar es desarrollar un discurso abstracto, en otras palabras “los problemas no son visibles”. Para el hombre que puede ver, lo que no ve no existe. La amputación es inmensa (Sartori, G., Homo Videns. La sociedad teledirigida, Ed. Taurus, Madrid, 1997). Lo vimos en el debate del 6 de mayo. Nada fue más real que la playmate que vestía de blanco tan fuera de contexto y del encuadre político. Una imagen dedicada a los hombres, la cultura de la imagen rompe el delicado equilibrio entre pasión y racionalidad. Verdadera cortina de humo para desviar hacia ella la atención, acto que tuvo un efecto mediático de trascendencia internacional: la gente ni se enteró de lo que ahí se dijo. A la velocidad del siglo XXI, las redes sociales difundieron la imagen de aquellos pechos expuestos, una nueva erupción que no se originó en la Iztaccíhuatl, sino entre cibernautas del mundo virtual. Un mundo en el que, a diferencia de la televisión, el emisor no es un señor poderoso, sino legiones juveniles que construyen y en-vían mensajes de humo, donde se rompen las secuencias y el principio de lo consecutivo, donde deja de ordenarse una cosa tras otra. Diría Sartori que “abolida la lógica lineal, todo se hace virtualmente reversible, la lógica circular, sin centro, es infinitamente liberatoria. La realidad se hace onírica y el mundo se puebla de sonámbulos”. Las redes sociales son el actor de las presentes elecciones, hasta los más pobres tienen celular y van a los cafés Internet. ¡Despertaron nuestros jóvenes! ¡Como los árabes, los indignados y los ocupas! Sueñan con un cambio verdadero. Frente a la cerrazón de las televisoras ellos toman el control de ese espacio colectivo: crean collages de música, humor y placer estético, afirman su tolerancia religiosa heterosexuales, gays y lesbianas; filman, crean y difunden videos y mensajes políticos; pero también gritan en las calles y convocan a reuniones en espacios populares y universitarios, aunque vuelvan a ser reprimidos como en la época del PRI, lo estamos viendo en Morelia, en Querétaro, en Saltillo, en Veracruz, Nadie sabe por quién votarán los 24 millones de jóvenes que tienen entre 18 y 29 años de edad, y menos el millón y medio que lo hará por primera vez; lo que sí sabemos es que representan 30 por ciento de la lista nominal del IFE y que este grupo de edad será determinante del resultado electoral.
De bodas y familias 4 de mayo 2012 El peso simbólico de las bodas hace que esas ceremonias cobren gran importancia para mostrar el prestigio y para comprender las alianzas de poder de un grupo social, no se diga cuando se casan los señores poderosos. Recientemente se celebró la boda de Juan Collado con Yadhira Carrillo. El novio es ampliamente conocido como abogado de personajes polémicos: defensor de Raúl Salinas de Gortari acusado de lavado de dinero y del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, representante de Carlos Salinas de Gortari para el tema de los videoescándalos contra AMLO, de Carlos Ahumada por fraude en el Distrito Federal, de Arturo Montiel por el pleito de los hijos y los millones en su último divorcio, fue también defensor del ex gobernador quintanarroense Mario Villanueva, preso por sus nexos con el narcotráfico y el lavado de dinero. Pero la novia es todavía más conocida que él, después de ser elegida como Nuestra Belleza Aguascalientes en 1994, Yadhira pasó a ser actriz de las telenovelas de Televisa, entre las que se destacan Palabra de mujer y Amarte es mi Pecado, dos títulos que expresan contundentemente esa educación sentimental que ha dejado huella en nuestra cultura amorosa. Según la revista científica de renombre internacional Caras, esta es la boda del año. Desfilaron durante más de tres horas estrellas y políticos para expresar buenos deseos a la nueva pareja. Intensa impresión nos provoca ver tantos actores y actrices tan elegantemente ataviados, y sin embargo, una más profunda experiencia resulta apreciar la foto de Diego Fernández de Cevallos al entrar abrazado de Carlos Salinas de Gortari sobre la alfombra roja del ex convento de las Vizcaínas; ese exclusivo espacio virreinal –originalmente destinado para la educación de las señoritas novohispanas– es ahora lugar para iniciar la vida conyugal de las estrellas de televisión, así como de abogados y políticos, que sin mayores aspavientos, pueden restar decenas de millones a su cuenta bancaria en cada evento social. Arturo Montiel, con la alta investidura que le otorga ser el tío de Peña Nieto, posa sonriente al lado de Carlos Hank Rhon aunque parecen contrariados por la falta de mesas de black jack o máquinas de monedas, entre miles de flores está sentada Rosario Robles y frente a enormes candelabros de plata conversan con entusiasmo Raúl Salinas de Gortari, Roberto Madrazo y Gustavo Díaz Ordaz, Alfredo del Mazo, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, finísimas personas que se deleitaron con la voz de Julio Iglesias, entre otros shows de conjuntos de todos los estilos musicales imaginables. Desfile de quienes controlan los poderes fácticos en un México donde el otro 99 por ciento está formado por familias empobrecidas, para las cuales la inseguridad económica y física es preocupación de cada día. Más que un eslogan “el cambio verdadero” es actualmente una necesidad de sobrevivencia para la mayoría de la población. Nos urgen políticos y políticas que revitalicen la economía y beneficien a la población en vez de a las elites, que transformen las causas estructurales de la pobreza y que terminen con la impunidad, la corrupción, la violencia y las inequidades que se derivan de la pertenencia de clase, de raza y de género. Porque la familia no es la célula básica de la sociedad, sino parte de un sistema de parentesco que la precede y que es resultado de la alianza de otras familias, las cuales están insertas en un orden social complejo donde sostienen relaciones positivas y negativas, libres y hostiles, antagónicas y de reserva. Las alianzas matrimoniales contemplan relaciones bilaterales, el lazo y los anillos simbolizan intercambios recíprocos de amor y ternura, de prestaciones y contraprestaciones; pero la dote y las arras representan los intercambios unilaterales entre acreedores y deudores. La ceremonia nupcial arriba relatada parece desnudar nuevamente (la boda del actual candidato es antecedente, pero tuvo bajo perfil en la prensa) la alianza entre dos grupos de familias, las de Televisa por un lado y las del PRI por el otro, donde no se pueden ocultar algunos amasiatos con parientes del PAN. Más que ilusionismo y simulación las bodas ostentosas esconden y develan los pequeños dramas de ese gran teatro que es el rito matrimonial. Arreglos familiares que restituyen las simulaciones, escenas en secuencia que obligan a cada uno de los miembros de la sociedad a tomar postura, a exponer su adhesión. Nota: Quiero expresar mi agradecimiento al wedding planner del PRI –perdón– al jefe de campaña de ese partido por haber retirado 3 espectaculares de Peña Nieto que me distraían del camino diario a mi oficina y que podrían confundir a los auditores del IFE.
¿Que diría Freud? 20 de abril 2012 Qué diría Freud de los actos fallidos de Peña Nieto realizados frente a cámaras y micrófonos? El corpus teórico que nos legó el fundador del sicoanálisis permite comprender tales actos como expresiones del plano inconsciente o preconsciente. “Habremos de admitir obligadamente que existen en el hombre tendencias susceptibles de actuar sin que él se dé cuenta (…) la vida síquica es un campo de batalla en el que luchan tendencias opuestas o, para emplear un lenguaje menos dinámico, un compuesto de contradicciones y de pares antinómicos. De este modo, la existencia de una tendencia determinada no excluye la de su contraria. En nuestro siquismo hay lugar para ambas, y de lo que se trata únicamente es de conocer las relaciones que se establecen entre tales tendencias opuestas y los efectos que emanan de cada una de ellas” (Psicopatología de la vida cotidiana, Obras Completas, Tomo I, Biblioteca Nueva, 1973.) El candidato presidencial del PRI no solamente tiene más espectaculares en la campaña electoral, también es a quien más actos fallidos le identifican en las redes sociales, tal vez porque dentro de nuestra cultura occidental tales actos se asumen como expresión de una verdad oculta o secreta. El que circula recientemente fue grabado en julio de 2009 cuando fue orador estelar en el 35 aniversario de Antorcha Campesina; en pleno Estadio Azteca el entonces gobernador del estado de México afirmaba “… para que juntos, logremos tener esta gran nación donde predomine la justicia y desigualdad social –y corrige– mmm... igualdad social, desigualdad es la bandera que hacemos nuestra, porque es justamente lo que hoy vemos en esta nación”. Imposible interpretar sin ayuda del sujeto –diría Freud–... los actos fallidos resultan de la interferencia de dos intenciones diferentes, una de las cuales puede calificarse de perturbada y la otra de perturbadora. “En casi todos los casos en los que la equivocación nos hace decir lo contrario de lo que queríamos, la intención perturbadora es, en efecto, opuesta a la perturbada, y el acto fallido representa el conflicto entre las dos tendencias inconciliables (…) la equivocación se deriva directamente del contenido mismo de la intención perturbada o se halla en conexión con ella.” Hay veces que la intención perturbadora es reconocida por el sujeto de la equivocación, en otras ocasiones la persona reconoce en la tendencia perturbadora una tendencia personal, pero también hay casos en los que el sujeto protesta y, no contento con negar la existencia de esa intención, afirma que tal intención le es ajena en absoluto. Motivo de sospechosismo fue también cuando ante pregunta del periodista Jorge Ramos el actual candidato del PRI olvidó y no pudo mencionar la enfermedad de la que su mujer falleció; el político titubea cuando se le pregunta la causa de muerte de su esposa: “… no recuerdo… era algo parecido a la epilepsia”. Existen múltiples interpretaciones del olvido; hay que plantear las hipótesis con certeza más que suficiente, analizar si se trata de una voluntad contraria directa y cuál es la procedencia de la misma, porque “los recuerdos penosos sucumben con especial facilidad al olvido”. Veamos los olvidos y el lapsus de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Sin duda fue una expresión de ignorancia la que protagonizó el mexiquense al no poder citar tres textos que hubieran marcado su vida; pero leyendo a Freud, hasta ahora me percato de que al confundir a Enrique Krauze como autor de La silla del águila hay una conexión muy visible: Peña Nieto también se llama Enrique. ¿Pareciera que al errar se coloca él mismo como autor? ¿O tal vez como protagonista de la novela? Se trata de una obra de Carlos Fuentes que nos pinta la realidad política de 2018 como continuidad del México actual, prácticas llenas de intrincados laberintos, un catálogo de bajezas, traiciones, dobles discursos y asesinatos. Para el padre del sicoanálisis, si determinados nombres escapan a la memoria no es tan sólo porque le sean desagradables al sujeto, sino también porque pertenecen a otros ciclos de asociaciones con los cuales se hallan en relación más estrecha; “los nombres sustitutivos están en visible conexión con el buscado y la existencia de esa conexión sigue trayectorias regulares y perfectamente calculables”. Otros olvidos del puntero de las encuestas, como el del salario mínimo, el precio de la tortilla o el saldo en la propia cuenta bancaria podrían ocultar intenciones perturbadoras, pero también perfilan una personalidad “los individuos olvidadizos, a quienes se les disculpa generalmente sus faltas –según hipótesis del descubridor del inconsciente–, esas personas que olvidan las promesas que han hecho y dejan incumplidos los encargos y se muestran indignos de confianza (…) En estos casos es una gran cantidad de desprecio hacia los demás el motivo que el factor constitucional explota para sus fines. “Debemos proceder con gran precaución y prudencia hasta en las interpretaciones aparentemente más exactas –escribe Sigmund Freud–, pues aquello que desde el punto de vista sicológico presenta un solo significado puede mostrarse susceptible de varias interpretaciones desde el punto de vista práctico”. La persona que habla puede manifestar intenciones que ella misma ignora, pero que se pueden descubrir guiándose por determinados indicios; y guiarse por pequeños indicios, como aquí lo hacemos, trae consigo determinados peligros.
Libertad religiosa y cultura sexual de abril 2012 En Viernes Santo hablemos del catolicismo. Uno de los múltiples ángulos desde los cuales puede analizarse la libertad religiosa, punto crucial a impulsar por el Papa en su reciente visita a México, son las implicaciones que puede tener para el ejercicio de una sexualidad libre. Como sabemos, la libertad religiosa se intentó incluir en la reforma al artículo 24 constitucional desde antes que viniera Joseph Ratzinger a México, toda vez que es parte de la agenda del Vaticano y del PAN desde hace tiempo, y del PRI desde la pasada contienda electoral de 2009. Por fortuna, el término no fue incluido en la redacción del artículo 24 que acaban de aprobar nuestros senadores, lo cual ocurrió gracias a que dos legisladoras y un legislador del PRD cambiaron en la iniciativa original el término de libertad religiosa por el de libertad de religión. Con ello evitaron que quedara en nuestra Constitución un concepto que para la jerarquía eclesial católica es permitir el proselitismo religioso en todo territorio e institución sin los límites que marca el Estado laico. Está por verse si esa sutil diferencia logra aminorar su impacto en nuestras políticas públicas. Pero mi principal crítica no se centra en implicaciones tan certeras como que la libertad religiosa sustenta un proselitismo católico que desconoce los derechos de otros grupos religiosos y de los no creyentes, sino en la influencia sombría e inhumana que los conceptos católicos tienen en la cultura y forma de vivir la sexualidad, independientemente de la audiencia a quien se impongan. La teología del cuerpo (2005) elaborada por Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger es un referente normativo donde el cuerpo y las prácticas sexuales llegan a regularse con precisiones inéditas dentro de la larga tradición del linaje católico. Según la interpretación que hacen los dos pontífices, desde el Génesis está la raíz de la valoración del cuerpo y del acto sexual como algo sagrado: “El hombre llega a ser imagen de Dios no tanto en el momento de la soledad cuanto en el momento de la comunión; el encuentro sexual es una comunión corporal… puesto que el hombre y la mujer son seres encarnados cuyo cuerpo expresa a su persona; esta comunión de las personas incluye la dimensión de la comunión corporal por la sexualidad”. La comunión corporal es como la creación, como la obra divina. He aquí la significación del acto sexual: un acto de creación, un misterio y un sacramento que esconde lo espiritual y lo divino. De tal interpretación se desprende que recurrir a los anticonceptivos o al aborto es una expresión de soberbia, intervenir en la creación es “creerse Dios”. El sacramento sexual confirma a los sexos como seres complementarios y el rechazo a la homosexualidad: “Somos hombre y mujer, con la misma humanidad, pero la diferencia sexual nos identifica hasta la raíz de nuestro ser, permitiendo la complementariedad necesaria para la entrega de nosotros mismos”. Siguiendo el mismo texto, el pecado original se define como un pecado de soberbia que se relaciona con la desnudez y la vergüenza original. Adán y Eva, el hombre y la mujer que dieron origen a la humanidad al pecar de soberbia y creerse conocedores del bien y del mal, como si fueran Dios, comenzaron a avergonzarse de su desnudez y a querer cubrirse de la mirada del otro: la mirada sobre su cuerpo cambió instantáneamente en virtud del pecado, pasando de la transparencia de una comunión total a la vergüenza frente a lo que les hace hombre y mujer, diferentes y complementarios. Eso que los distingue, la zona genital, es un símbolo originario que cobra sentidos negativos e inaceptables: “la vergüenza de lo genital”. Por otro lado, la noción de “concupiscencia” contiene la idea del deseo o apetito sexual desordenado: “La fuerza del amor está injertada en el hombre insidiado por la concupiscencia, la cual está presente en el hombre y en la mujer después del pecado de los orígenes. Se trata de un perpetuo estado de insatisfacción insaciable, una fuerza incontrolable al cual es preciso oponer la virtud de la continencia, o el autodominio de sí”. La idea de una sexualidad tan difícil de controlar exige estrictas reglamentaciones, con lo cual se justifican reglas de castidad y virginidad, la valoración de la castidad como la riqueza que permite una comunicación más profunda, contiene un desprecio al erotismo y al placer que termina por denigrarlo. La entrega al placer sin fines reproductivos empobrece; en el caso de interrumpir un embarazo no deseado, los fetos toman significado de víctimas y criaturas inocentes con derecho a la vida; pero en cuanto nacen y crecen, los clérigos no reconocen los derechos de niños y niñas, porque asumirlos como personas menores, como sujetos con derecho a la información, a la educación sexual y a decidir sobre su cuerpo son prerrogativas que contradicen la idea de castidad y de continencia. Desde esas concepciones del cuerpo, los deseos y prácticas sexuales negadas por muchos jerarcas y ministros religiosos les llevan a confundir y a mostrar dificultades graves para comprender el sentido de una sexualidad libre y voluntaria en oposición a prácticas tan violentas y peligrosas, como la pederastia. Es un hecho que la libertad religiosa erosiona el Estado laico, pero además puede vulnerar los derechos sexuales, porque es sustento de la educación laica, en la cual se apoya el ejercicio de una sexualidad sana y libre de discriminación y de violencia. Tal parece que los legisladores del PAN y del PRI no consideraron los derechos sexuales al reformar el 24 constitucional, ellos son las dos caras de la derecha mexicana.
Televisa, el Vaticano y la impunidad 23 de marzo 2012 Si el que viene para Silao es el Papa, ¿cuál es la intención de Televisa al dirigir las noticias desde Ciudad del Vaticano? ¿Será que no pueden ocultar al verdadero emisor ni disimular el sentido de la actual conquista espiritual? No aspiro a saberlo, pero el collage de Televisa y la Basílica de San Pedro me llevó a confirmar lo obvio: los medios de comunicación y los jerarcas eclesiales son el arma actual de domesticación de las conciencias. Quienes controlan las conciencias pueden someterlas a su voluntad y tomar el mando de la justicia –y de las elecciones–, aun por encima de la ley. Quienes controlan las conciencias deciden a quién se encubre y a quién se castiga, quién gana y quién pierde. Quienes controlan las conciencias sustentan la impunidad. México y el Vaticano presentan dos perfiles de impunidad muy parecidos. La imposibilidad del Poder Judicial para castigar la corrupción política y los excesos del Ejecutivo, al grado de llegar a utilizar el montaje escénico de Televisa para desvirtuar los más crueles delitos, nos muestra hasta dónde se ha infiltrado la cultura de la impunidad en nuestras instituciones. Por su lado, el estilo de justicia del Vaticano, en particular los escándalos de pederastia de la Iglesia católica, muestra un patrón que parece haber modelado la impunidad institucional de los países católicos. Tal como lo suscribe Geoffrey Robertson, defensor de derechos humanos y consejero de la reina en Gran Bretaña, “no queda duda de que el enorme escándalo ocasionado por el abuso sexual surgió por directrices del Vaticano, específicamente de la Congregación para la Doctrina de la Fe –que dirigió Joseph Ratzinger por 25 años–, mediante las cuales se exigía que todas las denuncias de abuso sexual se procesaran bajo el máximo secreto, fuera del alcance de las fuerzas policiacas locales y de los tribunales, conforme a un derecho canónico obsoleto, ineficaz y no punitivo”. Cerca de 100 mil menores y adolescentes han sufrido abusos sexuales de parte del clero y muchos de ellos padecen daños sicológicos graves y duraderos. El sistema permite que los agresores no reciban castigo alguno y ha sellado los labios de las víctimas al juramentarlas y obligarlas a firmar arreglos legales confidenciales. La Iglesia los ha protegido o transferido a otras parroquias o países (de África y de Latinoamérica) y ha impedido que se les identifique y sentencie a prisión por insistir en apegarse a los protocolos internos que les brindan perdón en esta vida y en la próxima. Bajo total secretismo, la Santa Sede se ha ocupado de los transgresores con medidas opuestas al derecho de la nación donde opera y ha retenido la evidencia de su culpabilidad para evitar que llegue a las autoridades de procuración de justicia. Porque el Papa es el último monarca absoluto que reina hasta su muerte, así que en 2005, al convertirse en papa, Benedicto XVI adquirió ‘inmunidad de jefe de Estado’, y con ciertas excepciones, no se le puede demandar ni enjuiciar, porque la Santa Sede lo exime de responsabilidad civil. Ratzinger afirmaba que sin importar la gravedad de un delito, la comunidad internacional no debía exigir cuentas a dirigentes políticos o jefes de Estado, sino que se les debería juzgar en su propio país o no se les debería juzgar en absoluto. El texto también ofrece estudios sobre la pederastia clerical. Explica que el voto de celibato y el hecho de que la Iglesia califique como pecado mortal la masturbación genera una insoportable tensión en muchos sacerdotes, un 50 por ciento lleva de alguna manera una vida ‘sexual activa’, hecho que no explica por qué del 6 al 9 por ciento incurre en actividad sexual con menores. El sacerdocio ofrece oportunidades incomparables de poder espiritual; la mayoría de los pederastas parece presentar infantilismo o inmadurez sicosexual y muchos pretenden negar su trastorno esperando que los rigores de la vida sacerdotal los protejan de sí mismos; para evitar el escándalo, la actitud del alto clero se traduce en una cultura de perdón; el perdón otorgado en el confesionario ‘genera un ciclo de culpabilidad que vincula a clérigos y confesores, donde las transgresiones sexuales secretas se minimizan y trivializan; incluso los actos sexuales con menores de edad se convierten en un pecado más que se debe perdonar’, y al haber pagado sus penas (orar y rezar más) se sienten ‘con derecho’ a usar a los niños para su satisfacción sexual. Por el lado de las víctimas, la obediencia infantil a la solicitud de favores sexuales se deriva del ‘temor reverencial’: sienten tal respeto emocional y sicológico por el transgresor que no pueden negarle lo que les pide. Desde los siete años de edad, en que ya pueden comulgar, se obliga a las niñas y a los niños a confesar sus pecados y el sacerdote puede dispensarles el perdón (Geoffrey Robertson, El caso del Papa: rendición de cuentas del Vaticano por abusos a los derechos humanos, original de Editorial Penguin Books, 2010; publicación en español de DEMAC y Católicas por el Derecho a Decidir). Ahora que un mensajero de Dios viene nuevamente a tierras mexicanas –como anuncia Televisa–, cuando la tensión política se viste con las prendas de la contienda electoral, el Papa vendrá a revitalizar la resignación, sumisión y obediencia que tanto necesita un pueblo sumido en la pobreza y la violencia. A cambio, gobernantes, candidatos y señores del dinero, como otrora los hacendados y los reyes, otorgarán al clero fueros, prebendas, “libertad religiosa”, o los privilegios que soliciten.
Mujeres amorosas, mujeres progresistas, mujeres con derechos 9 de marzo 2012 Me resulta muy interesante que algunos críticos contemporáneos, como Michael Hardt y Tony Negri, señalen que en las actuales circunstancias la búsqueda de un profundo cambio político podría ser remplazado por un “proyecto del amor”. Como académicos seculares, ellos no tienen prurito en retomar conceptos del propio Francisco de Asís, quien identificara la riqueza verdadera con el sentido común de colectividad (M. Hardt and A. Negri, Empire, Cambridge MA, 2000). Jürgen Habermas, por su parte, en los diálogos que sostuvo con Ratzinger en 2004, reconoce la historia de la teología cristiana como genealogía del derecho a la igualdad, a la dignidad y a la idea de solidaridad. Y aunque se afirma personalmente poco musical con la religión, señala que conceptos bíblicos como “ama a tu próximo como a ti mismo” y “el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios” son apropiaciones de la filosofía que actualmente se han hecho independientes de las verdades reveladas y que abrieron su contenido tanto a gente de otros credos como a los no creyentes. Sin embargo, en esa misma publicación, Habermas señala que el balance logrado en la modernidad entre los tres grandes medios de integración social está en peligro –se refiere a la libertad, la dignidad y la solidaridad–, en virtud de que mercados y gobiernos excluyen a la solidaridad social de cada vez más ámbitos de la vida (J. Habermas y J. Ratzinger, Entre razón y religión: dialéctica de la secularización, FCE, 2008). Hay que reconocer que en México, a todos nos resultó sorpresivo que Andrés Manuel López Obrador colocara al centro de su discurso político el amor al prójimo y a la colectividad. Para mi gusto, ese llamado es una toma de conciencia sobre la necesidad de recuperar la ética en la política, porque urge traer ideas creativas al pensamiento de izquierda y encontrar nuevos caminos fraternales para poder superar la gravísima situación de corrupción, violencia y deterioro que nos rodea. Me queda claro que no todo lo nuevo es necesariamente bueno, pero combinar esta fórmula ética con las propuestas reformistas y poco radicales que contempla el nuevo plan de nación me resulta alentador y, sobre todo, realista. Aunque el amor siga siendo un enigma, ese primer vínculo de interacción humana que precede a todos los demás, antes que la identidad sexual o la lúdica, el amor y sus representaciones son punto de partida para generar socialización. Dentro del feminismo reconocemos que lo personal es político, y que hay que recuperar el afecto en las relaciones personales, laborales y políticas. Por eso la derecha no puede representarnos. Los políticos conservadores se han apropiado del concepto del amor sin poder llevarlo más allá de los vínculos familiares. Formados en el Opus Dei, Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto reproducen la estrecha visión premoderna del concepto cristiano; ellos no pueden extender el afecto más allá del ámbito privado porque olvidan que cada familia es parte de un conjunto social muy desigual y porque la solidaridad no puede ser usurpada por la economía neoliberal ni puede articularse con políticas excluyentes. Ayer, que fue Día Internacional de la Mujer, mujeres progresistas y de la sociedad civil invitamos a firmar el Pacto por la Igualdad a Andrés López Obrador y a Miguel Ángel Mancera. Como ellos, pensamos que la actual coyuntura electoral es una gran oportunidad para dar un nuevo rumbo a la nación y que la desigualdad de género se ha profundizado por el agotamiento del modelo económico y por los gobiernos omisos. Expresamos que ese cambio verdadero debe articular de manera central la lucha contra la desigualdad de género, porque ignorar esta perspectiva es reproducir una forma de desigualdad y renunciar al derecho a la felicidad que tiene toda la población. En los medios de comunicación y en la escuela habría que fortalecer los valores democrático, la libertad e igualdad en las niñas y los niños, así como el amor y solidaridad en la pareja, en la vida familiar y comunitaria, en la vida laboral e institucional. Se trata de un cambio cultural que exige fortalecer el Estado laico para evitar la influencia política y el desprecio a lo femenino que difunden los jerarcas eclesiales. Además es necesario trastocar, a mediano plazo, las imposiciones sobre lo femenino y lo masculino, desmontar los patrones de subordinación en la escuela, cambiar la verticalidad en las relaciones laborales y en las instituciones del Estado. Mujeres representantes de diferentes sectores dirigieron sus propuestas a los dos invitados especiales. Por las niñas habló Regina Cabrera, de11 años de edad; Juanita Mercado por la Red Nacional Católica de Jóvenes por el Derecho a Decidir; Rosaura Ruiz, académica de la UNAM; la defensora de los derechos humanos de Chihuahua Isabel Encerrado; de los derechos laborales hablaron Cecilia Figueroa, del SME, y Karen Gallardo, mujer piloto de Mexicana de Aviación, además de la escritora y periodista Guadalupe Loaeza, y por los pueblos originarios habló la líder indígena Martha Sánchez. Antes de que la luna llena saliera a regalarnos una espléndida noche, Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe estrenaron en el evento la canción de las Mujeres amorosas: “A nosotras las mujeres/ nos atrae la luna tierna/ pero la luna maciza/ nos agita la marea”.
Dios mío, ¡hazme presidenta, por favor! Gabriela Rodríguez/24 de febrero 2012 Mejora la condición de las mujeres cuando tienen una mujer como presidente? No, obviamente no tendría por qué ser así. ¿Acaso todas las mujeres comprenden el sentido de la desigualdad de género? ¿Acaso son mejores las mujeres? Como bien dice Sara Sefchovich: “Decir que las mujeres son moralmente superiores a los hombres por el solo hecho de ser mujeres significa atribuir como natural a la feminidad ciertas características que remiten siempre al papel de las mujeres en la maternidad. A las madres se les atribuyen virtudes particulares –compasión, paciencia, sentido común, no violencia– y luego se confunde a madres con mujeres”. A esa actitud se le llama mujerismo. Al colmo del mujerismo llega Josefina Vázquez Mota: “Yo quiero y seré presidenta de México para cuidar a sus familias como a la mía”. ¿Quién necesita una mamá en la Presidencia de la República? ¿Se necesita una mujer en esa posición para garantizar los derechos de las mujeres? Definitivamente no, ahí necesitamos una persona que sepa dirigir la acción del Estado en beneficio de la dignidad y la libertad de la población sin discriminación por género ni por condición social ni por estado civil ni por edad ni orientación sexual ni por discapacidad, etcétera. Un o una dirigente que coloque la igualdad como centro de su plataforma electoral, que contemple la necesidad de reorientar la economía para superar las causas de la desigualdad y de la violencia de género, alguien que no haya hecho mal uso de los recursos y haya demostrado compromiso con los derechos de las mujeres. Pero el perfil de la candidata del PAN a la Presidencia es justamente lo opuesto. Su famosa publicación Dios mío, hazme viuda por favor, remite a esa actitud de extrema sumisión difundida por José María Escrivá de Balaguer en las escuelas del Opus Dei, donde ella estudió su posgrado: “Dios mío, te amo, pero ¡enséñame a amar! Maestro: ¿podrás quejarte si encuentras por compañero de camino al sufrimiento?” El libro de la ex secretaria de Educación Pública busca educar a las mujeres para “el desafío de ser tú misma”. Uno de sus más opusdeisianos poemas expresa: “Vivir despierta es elegir/ lo que más me guste/ lo que debe ser/ lo que me lastime/ lo que me engrandezca.” En su papel como funcionaria pública demostró su visión con respecto a la educación y los derechos de las mujeres. En ocasión de la Conferencia Mundial de Sida realizada en México en 2008, siendo secretaria de Educación ella convocó a los ministros de Educación y de Salud de América Latina para firmar la declaración “Prevenir con educación”. Su discurso entonces fue liberal: “La educación contribuye a reducir la vulnerabilidad frente al VIH/sida, en primer lugar, porque informa sobre las formas de contagio y también sobre los mecanismos de protección (...) Es fundamental impulsar una educación en que se promueva la inclusión social y la tolerancia, para evitar las formas particulares de estigma y discriminación que sufren hoy miles de personas que viven con el VIH/sida. Para el gobierno del presidente Felipe Calderón es prioritario impulsar contenidos educativos que promuevan el respeto y defensa de los derechos humanos, la equidad de género y la prevención de violencia y adicciones”. Sin embargo, en ese mismo año sus acciones se orientaron en la línea opuesta: en vez de promover la capacitación y difusión del libro de texto que incluye la educación sexual, ella promovió un libro paralelo: mandó comprar y distribuir 2 millones 200 mil ejemplares (matrícula del primer grado de secundaria) del libro Sexualidad y salud humana, de Paz Fernández Cueto et al., conocida supernumeraria del Opus Dei y actual secretaria de la Comisión de Educación en el Congreso; ese libro contradice todos los acuerdos de la declaración “Prevenir con educación”: no se apega al artículo 3º de la Constitución al contener prejuicios e información contraria a la evidencia científica, desacredita la eficacia del condón al enfatizar que no es seguro como medio preventivo, promueve campañas de fidelidad y abstinencia sexual cuya ineficacia está demostrada, afirma que los anticonceptivos causan cáncer y define al género como “complementariedad sexual”. Algunos gobernadores, como los de Baja California, Jalisco, Guanajuato y Querétaro, tomaron este libro como básico; muchos estudiantes recibieron un mensaje en contra del condón y de los anticonceptivos, otros fueron confundidos con dos mensajes opuestos sobre las medidas preventivas. Lo más grave es la falta de interés en los mensajes que se promueven y que a quien menos le importe la calidad educativa sea a las autoridades del sector. Hoy está documentado que ocurrió un retroceso en el uso de anticonceptivos y del condón entre adolescentes y un aumento de madres menores de 20 años en los últimos 10 años, como producto de esas políticas. Se comprende que los republicanos gringos afirmaran en reciente publicación de la Heritage Foundation: “A primera vista, la más conservadora de los candidatos de México parece ser la mejor de todos” (The Foundry, 7/2/12). Vázquez Mota no es una mujer que impulse la igualdad ni las libertades, es una política ambiciosa y sumisa a la vez; ella sabe usar un discurso liberal y aplicar políticas de exclusión y represión.
Son estadistas lo que necesitamos Gabriela Rodríguez/10 de febrero 2012 El abrazo de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador sella un pacto entre dos estadistas y dos luchadores sociales. Dos personas que enfrentando la adversidad han demostrado capacidad para dignificar la política, para dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad, para buscar acuerdos que eviten –en lo posible– el desorden y la intervención militar. Nada más urgente en este momento de México, como en otros tiempos lo hicieran Benito Juárez, Lázaro Cárdenas, y… no me viene a la mente otro personaje. Ese abrazo me revivió la nostalgia, la nostalgia histórica, porque en el ciclo de mi vida no he podido experimentar a un presidente del cual me pueda enorgullecer, más que en sueños: yo vi a Cuauhtémoc dirigiendo a México en 1988 y en el 2000, yo vi a Andrés Manuel como presidente en 2006, y vuelvo a soñar al último en estos días. Dice Freud que los sueños son la realización de los deseos; me gustaría que fueran revelaciones, como creen los huicholes. Vale la pena revisar el texto Un México para todos, la propuesta programática de Cuauhtémoc para 2012, así como el nuevo proyecto de nación que presentó Andrés Manuel el año pasado. Se trata de verdaderos programas de Estado, productos que integran el compromiso de todas las izquierdas que se unieron desde 1988, de los 600 compañeros eliminados en el régimen de Salinas de Gortari, de la experiencia de legisladores responsables, de un régimen que se ha venido construyendo durante 14 años en una de las ciudades más grandes, complejas y progresistas del mundo. Las dos propuestas expresan la ideología y las prácticas políticas de equipos técnicos e intelectuales, de gestores políticos y profesionales serios, así como de ciudadanos de altura, porque la definición del nuevo rumbo que necesita México ha tomado en cuenta la contribución de la ciudadanía, de empresarios honestos, de activistas en sindicatos y en proyectos de colaboración de la sociedad civil organizada, de ciudadanos que han sido tomados en cuenta a todo lo ancho y largo del país, en mesas y foros de consulta, en innumerables programas de coinversión social, en los recorridos que han tenido que realizar nuestros líderes durante las campañas electorales para la Presidencia y en las movilizaciones posteriores a los fraudes. En esos programas están reflejadas las organizaciones civiles, ex funcionarios y líderes de movimientos sociales, ciudadanos de a pie y partícipes de la resistencia civil. Hoy nuevamente hay candidato y un programa de Estado enriquecido, un conjunto de estrategias para transformar uno de los peores momentos de nuestra historia. Las izquierdas tenemos una causa, y eso nos diferencia totalmente del proyecto en disputa del PRI y del PAN, “el que está subordinado a intereses ajenos, la desigualdad y la exclusión social –nos dice Cuauhtémoc Cárdenas–, impuesto y desarrollado con rigor en las últimas tres décadas, al que esos grupos entreguistas y retrógrados pretenden dar continuidad... (El nuestro) es el de un desarrollo independiente, de igualdad y progreso, en el que la nación pueda decidir soberanamente sus destinos a partir del mandato democrático de la ciudadanía”. De las numerosas necesidades señaladas por el fundador del PRD celebro las coincidencias estructurales con el proyecto presentado por el actual candidato de la coalición Movimiento Progresista, así como el rescate de las propuestas más destacadas: un sistema de planeación del desarrollo con grandes miras y a largo plazo; una política de derechos universales a la alimentación, a la educación, a la cultura, a la salud y a la vivienda; sistema de seguridad social universal no vinculado a la condición laboral; fortalecer el Estado laico mediante reformas constitucionales y legales; garantizar la igualdad de género en materia política, social, laboral y de oportunidades; combatir la violencia social e intrafamiliar, impulsar las legislaciones que permitan las uniones entre personas del mismo sexo, revertir las legislaciones oscurantistas en aquellos estados en los que se han cancelado los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Toca ahora articular esta y otras propuestas que se harán a Andrés Manuel y a su equipo de gobierno, porque urge un cambio verdadero comandado por líderes sabios y virtuosos, y porque –como dijera Rousseau– más vale una conducta virtuosa que mil disertaciones brillantes acerca de la virtud. Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota son vendedores de imagen pero carecen de un proyecto de Estado y no tienen la calidad moral ni la estatura política que México merece.