domingo, 8 de febrero de 2015
Tiemblo
17 octubre 2014. La vida laboral me ha llevado a recorrer algunas comunidades de Guerrero estas semanas. Al circular entre las calles y escuelas públicas en tierras rodeadas de miseria y de miedo penetran por la piel sensaciones pesadas y contrastantes. Sorprenden algunos personajes como Tomasa, la directora de una escuela secundaria en Temalacatzinco que atiende a más de 500 estudiantes. Ella agradece con creces nuestra presencia, porque “hasta acá arriba nunca sube nadie; hábleles también a los chicos de primer año –me pide–, estos chicos se están casando a los 13 años”. Esta vez llegó la secretaria de la Mujer de Guerrero, Rosario Herrera Asencio, quien inauguró los foros sobre género y derechos reproductivos, organizados por su propia iniciativa. En estas zonas abandonadas la presencia de policías comunitarias se valora como un logro y salvación local ante la ausencia de Estado. ¡Hay muchas agresiones y asesinatos!
Al bajar a Olinalá tuve la oportunidad de conocer a Saira Rodríguez Salgado, la hija de Nestora Salgado. Como se sabe, de regreso de su emigración a Estados Unidos, Nestora se fue ganando un lugar de liderazgo comunitario, al grado de decidir quedarse para participar en la organización de la Policía Comunitaria de Olinalá. Hace un año fue detenida después de encabezar la aprehensión del síndico de Olinalá, Armando Patrón Jiménez, sospechoso por dos asesinatos y robo de ganado. Lo arrestó en sus funciones de comandanta de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), porque los habitantes del pueblo la habían elegido para ocupar ese cargo en la organización que tiene reconocimiento legal y 19 años de historia en Guerrero. Pero como suele ocurrir en este país, la justicia se volteó contra la defensora y no contra el presunto delincuente. Al ser arrestado con su banda, el síndico la denunció por secuestro y delincuencia organizada; Nestora y otras 30 personas de su equipo fueron detenidas por 20 militares en 15 vehículos. Posteriormente, la Marina la trasladó a un penal de alta seguridad en Nayarit. Ya lleva un año ahí. Saira está dedicada a lograr su libertad. En el trato en el penal han violentado todos los derechos a su madre, según recientemente lo reportó Paula Mónaco en este diario (La Jornada, 20/9/14). La semana pasada Saira fue amenazada de muerte, le exigen dinero para evitar que algunos agentes de Olinalá sean asesinados, pero ella se mueve y ha denunciado la amenaza y el riesgo. Entiendo que ya cuenta con medidas cautelares. Afortunadamente no está sola construyendo la ruta de defensa, cuenta con apoyo en México, en Seattle y en organismos internacionales de derechos humanos, pero tiene todos los demás poderes en contra. Todo parece indicar que esa reclusión es parte de una estrategia para minar el esfuerzo organizativo de las policías comunitarias.
Pasé después por otras regiones, y me queda claro que el dinero del Estado no está donde debería estar. En una escuela secundaria de Tlapa de Comonfort la pobreza es dolorosa: llegan chicos desde un albergue cercano, donde los abandonaron los padres que migran o que no tienen para mantenerlos. No cuentan con familia ni con servicios de salud. Un chico se está quedando ciego, pero no hay quién lo ayude. Ahí sólo cuentan con el apoyo de los docentes de la escuela, maestras/os rurales ejemplares. El director me dijo que enviaron carta al secretario Chuayffet para que mejoren la infraestructura escolar, que es muy, muy precaria. Las escuelas de nivel medio superior están mejor; en Petatlán, en Chilapa, en Acapulco, cuentan con buenas instalaciones y salones de informática. A uno se le levanta la moral al ver directivos y docentes que andan consiguiendo recursos y que están entregados a sus estudiantes. De pronto me entero que Elena Poniatowska recibió el doctorado honoris causa de la Universidad Autónoma de Guerrero. Me acerqué a la sede del Instituto Internacional de Estudios Avanzados para darle un abrazo. Ella fue a inaugurar la biblioteca que lleva su nombre, alto nivel académico al alcance de los acapulqueños/as. También da gusto.
En Ayutla de los Libres nos volvieron a hablar de la violencia. Las docentes tienen miedo de denunciar los casos de niñas violadas de la escuela porque son víctimas de delincuentes involucrados en el crimen organizado; otro caso es el de un chico que embarazó a una estudiante y como no respondió… lo desaparecieron. Nos cuentan que antes había muertos por aquí y por allá, pero con las policías comunitarias eso se está acabando; tal vez por eso están criminalizándolas, como a Nestora Salgado. Mi trabajo educativo en derechos sexuales para jóvenes rurales parece frívolo ante lo que está pasando. Tal vez el abrazo amoroso y erótico entre novios juveniles es un recurso de armonía en medio del caos, me consuelo, sí, pero tiemblo.
Tiemblo y de repente /Una sombra de la noche pavorosa /Me inunda el helado pensamiento /Voy cayendo en un precipicio cuyo horror no conozco /Ni a mí mismo me logro imaginar /Que sólo calculo cuando estoy en él. Esto es de Fernando Pessoa, poeta necesario hoy (El primer Fausto, FCE, México, 1984).
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