domingo, 8 de febrero de 2015
Madres adolescentes: una inercia social
23 de enero 2015. Hay mujeres que se hacen madres porque quieren y, hasta cierto punto, cuando quieren; otras se embarazan sin quererlo pero terminan con una maternidad aceptada; un tercer grupo son quienes sin desearlo, se hacen madres involuntarias. Las primeras son de clase media y alta, cuentan con mayor escolaridad, están empoderadas e informadas; los otros dos grupos son mayoritarios y comienzan su maternidad a edad más temprana.
Hoy que el Ejecutivo presenta la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo de Adolescentes, es clave identificar cada uno de estos grupos sociales, si de veras se quiere incidir en la reducción de embarazos a edad temprana.
Yo llamo madres por inercia a quienes sin haber pasado por un proceso reflexivo aceptan la maternidad como por inercia. Así como hay inercia física hay también inercia social, la cual es muy particular frente al fenómeno de la reproducción. Mientras que los cuerpos se resisten a cambiar su estado de reposo o de movimiento sin la intervención de alguna fuerza externa, los sistemas familiares reproducen pautas ancestrales de reproducción múltiple y de maternidad temprana que se resisten al cambio. Se trata de mujeres cuyo proceso de vida se somete a las expectativas que les impone el medio social en que crecen; romper esa inercia exige al Estado abrir caminos alternativos y mejores oportunidades a las adolescentes. Tiene lógica: muchas jóvenes no encuentran motivación para retrasar el primer hijo ni la formación de una familia, en especial quienes no tienen acceso a la educación ni al empleo.
De ahí que la tasa de embarazo adolescente esté estancada, y que ocurra primordialmente en los hogares más pobres, entre las mujeres con menor escolaridad y sin acceso al trabajo remunerado, en áreas rurales y zonas geográficas de alta marginación: cuando mejoren las condiciones económicas de las familias y se amplíe el acceso de masas juveniles a niveles superiores de escolaridad, se retrasará significativamente la edad a la primera unión y a la maternidad.
Pero, en el mediano plazo, la educación sexual puede retrasar la edad del primer embarazo en ciertos grupos de población, en adolescentes que no desean ser madres porque tienen mejores opciones para vivir su segunda década de vida. Chicas que están en secundaria o preparatoria, que viven en una zona cercana a planteles educativos o de formación técnica de mayor nivel. Un estudio publicado por C. Menkes y L. Suárez con adolescentes sexualmente activas encontró que 23 por ciento de quienes pertenecen a un estrato social muy bajo y 20.5 de las del estrato bajo enfrentaron embarazos no deseados, en tanto que esto ocurre en 13 por ciento de quienes pertenecen al estrato alto. Frente a un embarazo no deseado las adolescentes de todos los grupos sociales optan principalmente por tener un hijo y hacerse madres, madres involuntarias, porque menos de 3 por ciento interrumpe su embarazo. De estos tres grupos sociales, parece increíble que 29.7, 36.9 y 7 por ciento, respectivamente, sí deseaban embarazarse, la mayoría de ellas ya estando unidas o casadas (Menkes, Catherine, y Suárez, Leticia, 2013, El embarazo de los adolescentes en México: ¿es deseado?, México: Coyuntura Demográfica No 4, pp. 21-26). En el caso de las menores de 14 años, o fueron víctimas de violación o de matrimonios arreglados: esto último ocurre sobre todo en comunidades indígenas. Desde mi punto de vista, tanto las adolescentes que no deseaban tener un hijo, como las que lo deseaban, se hicieron madres por inercia. Su maternidad no fue producto de un proceso reflexivo ni planeado, pero aquellas que tienen expectativas personales y un claro deseo de no embarazarse representan un potencial de acción donde la educación integral de la sexualidad puede hacer la diferencia: actuar para evitarlo o postergarlo.
A mí me da gusto que, como parte de una estrategia nacional, la Secretaría de Educación Pública esté planteando realizar un programa de Educación Integral de la Sexualidad basado en evidencia científica, y tal como dice el tercero constitucional dicha educacion será laica, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa; se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios. La estrategia presentada por la Dirección General Adjunta de Igualdad de Género toma en cuenta las desigualdades sociales y la perspectiva de género, parte del reconocimiento de que el embarazo no solamente se vincula a la falta de información, que se necesita disminuir la deserción o abandono escolar y sostener la asistencia a la escuela de niñas, niños y adolescentes, incluyendo también a aquellas que ya son madres; plantea que es necesario eliminar todas las formas de discriminación de género, de violencia en el noviazgo, abuso y trata. así como concientizar sobre el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, los métodos de prevención del embarazo y el VIH/sida. Buscará articularse con los servicios de salud sexual y reproductiva, actualizar la educación sexual en el currículo, y reforzar la capacitación de personal docente. Quiero suponer que también informará a las niñas y adolescentes violadas sobre su derecho a interrumpir el embarazo, tal como lo contemplan todos los códigos penales del país.
Enhorabuena. Hace 20 años que el Estado no mostraba voluntad política para apoyar la educación integral de la sexualidad de adolescentes y jóvenes, una estrategia que puede contribuir al ejercicio de los derechos humanos, estos que son prerrogativas que han sido sistemáticamente violentadas en los últimos tiempos.
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