viernes, 28 de mayo de 2010

POLÍTICA SEXUAL, HOY.

La sexualidad es un asunto político, definitivamente. Tal vez con los abordajes bio-médicos no habíamos podido reconocer y abordar con todas sus implicaciones esta dimensión. Pero desde la visión del historiador inglés Michel Foucoult el tema pasó a ser un asunto político junto con la modernización. En la medida en que los Estados Nación se interesaron por la higiene fueron paulatinamente construyendo dispositivos para controlar los usos del cuerpo. En los albores del siglo XXI la sexualidad se ha convertido en lo más material, lo más físico, lo más corporal del ejercicio del poder. El discurso religioso que produjo el cristianismo en el antiguo régimen se ha venido traduciendo con la secularización hasta llegar a su reproducción incesante de las regulaciones por parte de las familias, las leyes, el personal de escuelas y centros de salud, así como en la música y las escenas en movimiento de la industria cultural. Desde todas estas fuentes se toca constantemente la realidad esencial del cuerpo como centro de disputa entre los ciudadanos y las instancias de control.
Cuerpos sometidos a regulaciones sociales que igual están escritas en una Constitución que en un evangelio, pero donde se señala con precisión lo que puede y no puede hacerse, ya sea en el ámbito público o privado. Se trata de normas que nadie está dispuesto a acatar, pero que representan los instrumentos privilegiados para mantener la impunidad, ejercer la corrupción y someter a todos y a todas al perdón. Con base en estos tres mecanismos se erigen como sujetos políticos los funcionarios del sector educativo y de salud, los legisladores, los jueces y agentes de ministrios públicos.
En el otro extremo y cada vez más polarizados se visibilizan también líderes de la resistencia: feministas, activistas del movimiento Lésbico-Gay-Transexual-Transgénero, los defensores de los Derechos Humanos. La nueva visión está posicionando la salud sexual y reproductiva como un ámbito de los derechos humanos.
Pero la resistencia está más organizada justamente cuando la nueva derecha y los grupos conservadores pretenden desmantelar al Estado Benefactor y echar atrás los compromisos de las Convenciones sobre Derechos Humanos, esos acuerdos multilaterales que han transformado nuestras Constituciones y que se han venido construyendo en los últimos 50 años. Desde el país vecino y más poderoso del mundo vivimos una nueva alianza de los gobernantes con los grandes empresarios y con los jerarcas de la Santa Sede, tres grupos poderosísimos que hoy revaloran los mensajes ideológicos del Estado como una de las estrategias para mantener el orden económico mundial.
En este espacio compartiré los artículos de colaboración del Periódico La Jornada, que vengo publicando desde el año de 1999.

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