miércoles, 12 de enero de 2011

La madre virgen

31 de diciembre 2010

Virgen es María, la madre del cristianismo, madre de Dios, pero no diosa, porque el altísimo lugar no lo tienen las mujeres de ese linaje religioso. Se trata de un mito, de un relato que culmina con la fiesta de Navidad en que se celebra el nacimiento de Jesús. El relato del parto virginal, del pesebre, de los reyes magos y de los pastores no resiste la mirada crítica de la historia verdadera. ¿Cómo saber dónde termina la mitología y dónde comienza la historia?

El estudio de la teóloga Uta Ranke-Heinemann demuestra que los diversos Evangelios no tienen consistencia sino dataciones contrarias, se desconoce la fecha y lugar exacto del nacimiento de Jesucristo y es impensable la peregrinación a Belén, pues la caminata de una mujer embarazada de nueve meses la hubiese colocado en peligro de muerte (No y amén, Editorial Trotta, Valladolid, 1998). Según Lucas, todo había comenzado en Nazaret con una muchacha de 12 años, en realidad una niña. La muchacha estaba desposada por un hombre que se llamaba José y que debía ser de la estirpe de David. La edad normal para el desposorio para una muchacha judía era la de 12 a 12 años y medio. El desposorio era la primera parte del casamiento, a la que algo más de un año después seguía llevársela a casa. La desposada era ya la esposa del hombre, en esa etapa la infidelidad era considerada como adulterio. Cuando María resultó embarazada, José no podía aportar la prueba testifical de infidelidad, aunque ella aún no había sido llevada a casa del prometido, porque se trataba de una concepción virginal. Al respecto hay dos versiones, las de Mateo y Lucas. En el caso del primero se dice que María se encontró encinta por obra del Espíritu Santo, lo cual fue revelado en sueños a José, después de lo cual él decide conservar a su desposada. María no habla ni tuvo poder de decisión alguno y habría que preguntarse ¿cómo es que Dios puso a esta muchacha en esa situación de vergüenza pública? ¿En apariencia de adúltera? La versión de Lucas difiere por completo de la anterior. Aparece un ángel que anuncia la concepción a María: “¡Salve, la llena de gracia! ¡El Señor esté contigo! Vas a concebir en tu cuerpo, darás a luz un hijo y le pondrás de nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo…” En este factum se apoya todo lo que se enseña y se cree luego sobre la purificación de los pecados y la liberación del género humano mediante la sangre de Cristo “como cordero inmaculado”. Pero María formula una objeción y dice al ángel: “¿Cómo sucederá esto puesto que no conozco hombre alguno?” Para ella copular con un hombre es requisito necesario para el prometido nacimiento del hijo de David, mientras que para la dogmática católica la copulación con un hombre y el nacimiento de un hijo divino se excluyen. Obvio que jamás tuvo lugar de verdad ese diálogo entre el ángel y María, pero si se tomara como histórico el relato sobre la anunciación, habría que reconocer a María más inteligencia teológica que a los 2 mil años de teología católica. María piensa que la filiación divina de Jesús y la filiación natural no se excluyen, sin embargo algunos traductores consideran que el término procreación tiene resonancias paganas, es impropio y sexualista, y que la idea de relación sexual entre un dios y una mujer es desplazada en exceso. La omnipotencia de Dios obró en María lo que de ordinario se realiza mediante la actuación masculina, de ahí que rechacen la concepción de Dios como donante de semen masculino.

La historia milagrosa del nacimiento virginal nació en un tiempo en que nada se sabía sobre la existencia de un óvulo femenino, el cual fue descubierto en 1827 por K. E. von Baer. Antes se consideraba que la mujer no aportaba sino el florero en el que el hombre deposita el semen, subyacía la idea aristotélica según la cual la mujer era sólo el recipiente del único procreador masculino. Es un error afirmar que las mujeres conciben hijos, porque concebir es una voz pasiva que quiere decir “recibir”; habría que decir que ellas procrean hijos. El óvulo femenino se contrapone a la idea del parto virginal porque niega la actuación de Dios como único creador y obliga a reconocer su relación sexual consensuada con una mujer. La introducción del mito europeo de la Virgen María a la sociedad mesoamericana presupone una maternidad virginal y no poseída que establece el binomio mujer-madre como irreconciliable y además infiltra la idea del goce del cuerpo como pecado.

El corte, la separación real entre la ciencia y aquello que podríamos denominar pensamiento mitológico, tiene lugar durante los siglos XVII y XVIII. De acuerdo con Claude Lévy Strauss la creación de mitos se mueve por una necesidad de comprender la naturaleza y la sociedad, de buscar una comprensión general del universo (Mito y significado, Alianza Editorial, España, 2002). En tanto la ciencia, decía Descartes, divide la dificultad en tantas partes como sea necesario para resolverla. La ciencia logra cierto control sobre la naturaleza, pero el mito fracasa en tal objetivo; sin embargo el mito brinda la ilusión de poder entender el universo al tiempo que impone un sistema de valores.

gabriela@afluentes.org

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