martes, 26 de octubre de 2010

Alianza con la derecha: ¿pragmatismo o ideología?

Alianza con la derecha: ¿pragmatismo o ideología?

22 de octubre 2010

No creo que exista en la elite política actual ningún personaje totalmente pragmático, y menos, alguno cuya ideología oriente totalmente sus decisiones. Antes que nada porque esta última posición sería un acto de gran ingenuidad; en segundo lugar, porque confirmaría una vocación de perdedor que a nadie beneficia. Pero hay un riesgo en quienes toman al pragmatismo como única pauta, quienes valoran los efectos prácticos de sus acciones como único criterio de verdad pueden perder la ética política y abandonar el sustento ideológico de sus partidos.

La contienda electoral de Brasil muestra con claridad la manera en que los candidatos pueden traicionar principios para ganar preferencias electorales. Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, tuvo que cambiar su posición sobre el aborto para ganar votos en la segunda vuelta; hace algunos años se había pronunciado en favor de su despenalización pero ahora su discurso se tornó moralista y muy parecido al de José Serra, su principal contendiente de la derecha; ella ahora llegó a calificar el aborto inducido como un acto de violencia contra la mujer.

Sin ser el más sustancial, el tema del aborto es quizá uno de los asuntos más tangibles que diferencian la posición política en el espectro izquierda–derecha, en virtud de que un verdadero compromiso con la superación de las desigualdades sociales no puede negar el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, en tal caso se estarían traicionando los intereses de la mitad del pueblo mexicano (mitad son mujeres y, más o menos la mitad de gente aprueba el derecho a decidir).

Una nueva visión del mundo desde la izquierda exige además asumir que nuestra conciencia e ideas se mueven de acuerdo con los actuales límites históricos del mundo material, este que está dominado por la derecha, y que está en los principios del PAN, del PRI, del Verde, del Panal, y por desgracia, en representantes que se han infiltrado en todos los partidos: políticos subordinados a los dueños del mercado, de los medios y del narco, y que se apoyan en la segunda evangelización de América. Se trata de elites que no están interesadas en crear nuevas relaciones entre los hombres, las mujeres y la naturaleza.

El ejemplo más evidente de pragmatismo está en las actuales alianzas de PAN y PRD. Sus dirigentes olvidan que se trata de ideologías con programas de gobierno opuestos. No dejo de celebrar que en Oaxaca se haya encontrado un candidato cuyo arraigo derrotó el poder de Ulises Ruiz, pero cada territorio tiene lo suyo. Marcelo Ebrard es congruente con la ideología de izquierda cuando apoya la despenalización del aborto por decisión de la mujer y el matrimonio de personas del mismo sexo, así como al defender la laicidad y no temblarle la mano para demandar a Juan Sandoval Íñiguez; sin embargo, él es pragmático al apoyar la alianza de PAN y PRD en el estado de México. AMLO fue pragmático al rechazar la legislación sobre sociedades de convivencia, lo cual no le generó apoyo de la jerarquía eclesial pero sí desilusión por parte de la comunidad LGBTI; sin embargo, mostró congruencia en su política social, en los mandos de su gobierno y al instrumentar los primeros servicios de aborto legal en el DF en 2000. Hoy su coherencia está al posicionarse en contra de la alianza de PAN y PRD en el estado de México, aunque probablemente aplique alguna lógica pragmática en la entidad con mayor tamaño poblacional (y electoral) del país. Su ideología de centro izquierda es clarísima en el proyecto alternativo de nación que somete a consulta ciudadana; llamo aquí la atención en el primer punto: es necesario aplicar una ética política. “La vida pública ha sido corrompida por la subordinación de los políticos a los intereses del mercado (incluye el mercado de drogas, supongo) y de los potentados. La corrupción, la demagogia, el corporativismo, el clientelismo, el paternalismo y el autoritarismo son prácticas perversas de la política. Impulsaremos una forma de vida donde cada mujer y cada hombre –sin importar condición social, étnica, creencias o preferencias sexuales– valga por su trabajo, sus acciones solidarias, su fraternidad, su lealtad a las normas de convivencia y sus aportes al bienestar de la sociedad; una sociedad en la que prevalezcan la dignidad, el honor, la ética y la búsqueda de la felicidad”.

Se vale que los candidatos de la izquierda tengan opiniones distintas y que cada uno gane apoyo para su propia candidatura, en especial porque ellos, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, representan el mayor mérito de la izquierda mexicana: 13 años de un gobierno ejemplar en el Distrito Federal. Esperamos que ambos van a respetar el proyecto ideológico, van a defender el estado de bienestar y van a cumplir su palabra: ceder el lugar al mejor posicionado el próximo año (como hizo Heberto Castillo en 1988) e ir como equipo con una sola candidatura para la contienda de 2012.


martes, 19 de octubre de 2010

Madres que mueren

8 de octubre de 2010

Madre, tú me tuviste pero yo nunca te tuve. Yo te quise, pero tú no me quisiste. Así que debo decirte adiós, adiós. Padre, tú me dejaste, pero yo nunca te dejé. Yo te necesitaba, pero tú no me necesitaste. Así que debo decirte adiós, adiós. La muerte temprana de la madre y el abandono de su padre fueron expresados por John Lennon en ese llanto que es Mother, mucho más que una canción. Este gran músico mañana cumpliría 70 años de vida, si un disparo no hubiese silenciado una creatividad que alcanzaba altísimos vuelos. Habría que ser poeta para elaborar con tal estética la desolación con que nos deja la orfandad.

Los avances en la ciencia y la tecnología médica han logrado que la mortalidad materna se reduzca significativamente. Pese a que eran tan frecuentes en la generación de nuestras abuelas, esas muertes por embarazo, parto o aborto no eran menos sombrías ni llegaron a naturalizarse. Sin embargo, hoy resulta inaceptable que siga habiendo tasas de mortalidad materna tan altas, y que esto solamente ocurra en las regiones donde se vive con precariedad.

Según la Organización Mundial de la Salud medio millón de mujeres y 10 millones de niños morirán cada año si los gobiernos del mundo no toman con seriedad un conjunto de medidas bien conocidas. Sabemos que 70 por ciento de las muertes maternas e infantiles podrían evitarse si se diera de manera oportuna y mejorara la calidad de los servicios de salud. Al delinearse las llamadas Metas del Milenio, los países del orbe se comprometieron ante Naciones Unidas para reducir en tres cuartas partes la razón de la mortalidad materna y en dos tercios la mortalidad infantil, entre 1990 y 2015. México se encuentra entre esos países que difícilmente van a lograrlo, considerando el nivel actual que es de 57 muertes maternas por 100 mil nacidos vivos, pues habría que alcanzar una cifra no mayor de 22. Se trata de un indicador que refleja las disparidades sociales y económicas. Entre 1955 y 2006 el número disminuyó de 204 a 60 muertes maternas por 100 mil mexicanos nacidos vivos. Ochenta por ciento de esta reducción se logró entre 1955 y 1989 y el restante 20 por ciento entre 1990 y 2006; es decir, que la velocidad de descenso empezó a frenarse al comenzar la década de los 90, aunque en diferentes niveles: Chiapas y el estado de México presentan los números más altos de muertes maternas. Las adolescentes de 15 a 19 años tienen una razón ligeramente más alta que las mujeres en sus años veinte, y las mujeres de 30 años y más presentan los niveles más elevados. Actualmente las principales causas de muerte materna son: hipertensión y hemorragia durante el embarazo (25 por ciento cada una), enfermedades existentes o prexistentes que se agravan con el embarazo o parto (22 por ciento), otras complicaciones (13 por ciento), y el aborto inseguro (7 por ciento). El control de estas causas exige mejorar la calidad de los servicios de salud reproductiva, diagnósticos oportunos, atención con personal capacitado, transportación rápida de las mujeres hacia instituciones médicas adecuadamente equipadas con bancos de sangre y capacidad instalada, así como despenalizar el aborto y garantizar servicios de interrupción del embarazo expeditos y seguros. Comparadas con las latinoamericanas, la mortalidad materna por aborto es menor probablemente porque las mexicanas usan métodos relativamente seguros; sin embargo, la tasa de aborto por mil mujeres aumentó de 25 a 33 entre 1990 y 2006, lo cual subraya la necesidad de garantizar servicios legales y seguros de interrupción del embarazo, así como el acceso a servicios adecuados de anticoncepción (Fátima Juárez et al., Barreras para la maternidad segura en México,Guttmacher Institute, enero de 2010).

A 50 años de que la aprobación de la píldora anticonceptiva se celebraba haciendo el amor y no la guerra (All we are saying is give peace a chance) ha quedado claro que su acceso universal es un paso crítico para reducir la mortalidad materna y los embarazos no deseados. Más de 200 millones de mujeres han utilizado la píldora desde su aprobación, mientras 200 millones todavía no tienen acceso a la misma. Un estudio reciente demostró que si se cubrieran las necesidades no satisfechas de anticoncepción se evitarían más de 50 millones de embarazos no deseados, se salvaría la vida de 150 mil mujeres, así como la de 640 mil recién nacidos (The costs and benefits of investing in family planning and maternal and newborn health, UNFPA/ Guttmacher Institute, Nueva York, 2009.) Esta realidad está lejos de comprenderse desde la política federal, mientras la ciudad de México está marcando la pauta. Aquí la lucha contra la mortalidad materna se ha traducido en leyes que garantizan el derecho a decidir de las mujeres, en mejorar la calidad de los servicios de salud reproductiva y en políticas públicas con perspectiva de género.

Paul McCartney, otro chico que perdió a su madre a edad temprana, dio trato de sabia a su madre en el conocido himno a la maternidad Let it be: Cuando me encuentro ante problemas, mi madre María viene hacia mí a ofrecerme la sabiduría que necesito, y en los momentos más oscuros ella viene y se para frente a mí con palabras de sabiduría. ¡Déjalo ser! Debe haber alguna respuesta. ¡Déjalo ser!

lunes, 4 de octubre de 2010

Dos Méxicos: dos formas de vivir la adolescencia

24 de septiembre 2010

La salud reproductiva de las adolescentes mexicanas va en retroceso, en especial en las zonas más pobres del país. Existen diferencias significativas en la incidencia, tendencia y características del embarazo adolescente según el estrato socioeconómico de pertenencia. El embarazo adolescente se concentra en los estratos bajos (74 por ciento), las mujeres con menor escolaridad y mayoritariamente rurales. Si se ampliaran las opciones de vida, si hubiese acceso a mayor escolaridad, más oportunidades de trabajo extradoméstico y menor sometimiento femenino, la edad de la unión conyugal y del primer embarazo se pospondría y disminuirían los embarazos adolescentes (C. Stern y C. Menkes, “Embarazo adolescente y estratificación social”, Salud reproductiva y condiciones de vida en México, El Colegio de México, 2008).

En la etapa adolescente, la desigualdad social se vincula con el estancamiento del desarrollo individual y familiar, y es un mecanismo de reproducción de la pobreza. Bien dice Erik Erikson que la adolescencia es un lujo social; puede ser una etapa de elección vocacional y conformación de un papel ante el mundo, si y solo si se tiene acceso a la escuela y condiciones para postergar la vida conyugal y laboral.

Esa desigualdad es un rasgo que no se ha podido superar ni con la Independencia de México ni con la Revolución, sino que ha venido subrayándose con las limitadas políticas públicas del siglo XX, y está volcándose contra las adolescentes en los albores del siglo XXI. Los avances en el acceso a más altos niveles educativos han sido lentos, pero se acompañaron de una política de población consistente y transexenal que había logrado reducir la fecundidad adolescente a la mitad en 30 años. Sin embargo, esa tendencia se estancó y algunos indicadores se fueron para atrás.

Un estudio recientemente publicado muestra la enorme diferencia en los niveles de pobreza, educación, condiciones generales de vida y comportamiento sexual, marital y reproductivo, entre las áreas más desarrolladas del país (la ciudad de México, Baja California, Nuevo León) y las de mayor pobreza (Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca y Veracruz). Pareciera que hay dos naciones dentro de México, una que está accediendo a la modernización y otra que está en rezago. Las mujeres mexicanas se casan más tarde que en otros países de América Latina y, comparativamente, pocas lo hacen durante la adolescencia, pero las diferencias regionales en el interior del país son grandes. En 2006, 12 por ciento de las mujeres mexicanas en las edades 15-19 se había casado, aproximadamente 16 por ciento en áreas rurales, y 11, en zonas urbanas. El Distrito Federal fue por mucho la región con la proporción más baja de mujeres adolescentes alguna vez casadas (6 por ciento), mientras la región del sureste tuvo la proporción más alta (18 por ciento). En algunas áreas y estados, el matrimonio antes de los 16 años no es un suceso aislado. Del total de mujeres de 20-24 años encuestadas en 2006, 8 por ciento se había casado antes de cumplir 16 años; la proporción fue de 15 en las zonas rurales y de 7 en las urbanas. En el Distrito Federal, esta proporción fue de 6 por ciento y en la región sureste de 17.

El retroceso se observa claramente en que el uso de anticonceptivos ha declinado entre las mujeres unidas del grupo de edad 15-24. En 2006, 53 por ciento utilizaba algún método anticonceptivo, una proporción 5 puntos más baja que la registrada en 1997. El Distrito Federal fue la única región donde no bajó el uso de anticonceptivos, y ahora que existe el acceso al aborto por decisión de la mujer, es probable que se reduzcan aquí tanto los embarazos no deseados como el número de madres adolescentes. Las necesidades no satisfechas de anticoncepción entre las mujeres casadas de 15-24 años son elevadas y están aumentando: en 2006 eran de 31 por ciento, mientras que en 1997 eran de 23. En números absolutos, entre las mujeres mexicanas de 15-19 años, cerca de 835 mil han tenido un hijo a los 18 años o más jóvenes, y al comparar las encuestas de 1997 y 2006 se hace evidente un incremento de 2 por ciento de mujeres que tuvo un hijo antes de los 18 años. (Fátima Juárez, et al., Las necesidades de salud sexual y reproductiva de las adolescentes en México: retos y oportunidades. Guttmacher Institute, enero 2010).

El atraso era de esperarse con 10 años del PAN al frente del gobierno federal: han declinado los servicios de salud en el sector público, ha disminuido el presupuesto para la salud reproductiva y la inversión en educación sexual; por si fuera poco, las campañas preventivas en los medios de comunicación han desaparecido.

Las cifras de salud reproductiva son una cara más de esa enorme desigualdad tan evidente entre quienes festejan con ostentación el bicentenario de la Independencia y quienes siguen flotando sobre aguas negras para sobrevivir y esperar ayuda humanitaria, ante el paso de los huracanes y las tormentas tropicales.