2 de julio 2010.
La deuda de los heterodoxos al gran Monsiváis es impagable. Me confieso deudora morosa, heredera de sus ideas sin testamento alguno, vulgar ratera, plagiaria de su anticlericalismo, de su inconformidad e irreverencia. Yo y quienes pertenecemos a la que él bautizó como la primera generación de norteamericanos en México, la de los 60: la de adictos al rock, a la Coca-Cola, a las series gringas de televisión, jóvenes mothernos que deseábamos huir del subdesarrollo, los llamados a desoír tonterías que entendíamos pero ya no sentíamos para adaptarnos a lo que probablemente no entendíamos pero sentíamos cada segundo (Escenas de pudor y liviandad, Grijalbo, 1988).
No menos heterodoxa parece la nueva generación, la del amor virtual. La que tomó las calles de Reforma esta semana en la 32 Marcha del Orgullo Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Travesti, Transexual e Intersexual (LGBTTTI). En esta ciudad “en perpetuo estallamiento demográfico –dijera nuestro fallecido cronista– somos tantos, que el pensamiento más excéntrico es compartido por millones”. En el año del bicentenario se exalta la cultura nacional, no la nacionalista que se impone desde arriba, sino la que se defiende desde abajo y no pierde irreverencia: queens de todas las clases sociales, güeras y prietas, rumberas de carnaval, adelitas y hasta diosas de la mexicanidad. Otros exaltan la simbólica masculina: hay luchadores enmascarados y darketos, charros y vaqueros, más machos que los que estén dispuesto a dudarlo.
Sectores afirman su diversidad al tiempo que expropian símbolos de las ofertas culturales, verdugos y víctimas de los mass media. Un charro que monta una yegua blanca explica: “Los charros somos parte de la diversidad sexual, venimos representando al Potrero, un lugar de ambiente donde todas las personas pueden venir a divertirse sin ningún problema de discriminación. Invito a toda la gente a que nos visite, si me permite hacer el comercial: El Potrero de Ecatepec de Morelos, una cantina donde no se discrimina a nadie”.
Pancartas bien editadas expresan la burla a la derecha gobernante: “¡Soy gay panista…. ay, qué loca conformista!”
Un joven que porta máscara de Calderón carga una gran Santa Constitución Mexicana: “Creo que los homosexuales no tienen derecho a estar aquí, vine para promocionar el 17 de mayo, ‘Día de la Tolerancia y el Respeto a las Preferencias’. Soy guapo y homofóbico. Gracias por apoyarme. Tolérame. Atentamente: Fecal.”
Un grupo de jóvenes le grita: “¡Felipe Calderón también es maricón! ¡Culeeeero!” Se le junta otro con máscara de Salinas: “A este pelón ¡le gusta Calderón!” “Señora Hinojosa, ¡por qué parió esa cosa!” “¡Voto por voto! ¡Vestida por vestida!” “¡Esos mirones también son maricones!”
El vocabulario resulta liberador. ¿Interpretaría el autor de Días de guardar? “Porque a través de las palabras se filtra una nueva identidad, más combativa y moderna que le otorga mayor consistencia a las formas heterodoxas del comportamiento: al ingresar el término gay en el vocabulario, se debilita el vigor peyorativo de las palabras maricón, puto, joto, mujercito… o tortillera, wafflera” (C. Monsiváis, “De lo sexual en tiempos de lo virtual”, Letra S, 10 de enero de 2008).
“¡Derechos iguales a lesbianas y homosexuales!” “La gente se pregunta: ¿sus hijos donde están? ¡Se fueron a la marcha del orgullo homosexual!” “No quiero closet, tampoco un cajón, lo único que pido ¡es respeto a mi orientación!” “El amor en la familia ¡la homofobia elimina!” “Se ve, se siente, la UAM esta presente: hongo, peyote y mariguana, ¡arriba, arriba, la Metropolitana!” “Soy heterosexual y vengo a apoyar a todos en la marcha ¡del orgullo homosexual!”
Mujeres de fe hacen los honores al gran crítico del catolicismo. “Monsi está presente”, reza la manta que portan Católicas por el Derecho a Decidir, mientras lanzan al cielo dos grandes dirigibles en blanco y rojo que anuncian: “Amor es diversidad sexual. ¡Jornada contra la homofobia!”
El movimiento de la resistencia civil pacífica y AMLO son también herederos de la heterodoxia de Monsiváis: “Un peligro para México es una frase que en sí misma, y en una campaña electoral tiene la información suficiente”. Hoy nos queda claro que el narco en el poder o como Estado paralelo es el verdadero peligro para México. “En más de un sentido –en este Apocalipstick descrito por nuestro ensayista recientemente finado–, la diversidad es lo opuesto a la desintegración del tejido social. Si se acepta y se defiende la diversidad, se lucha contra algo muy grave de un país fundado en la desigualdad, y se combate a la política de las exclusiones, todavía uno de los grandes sinónimos de la nación” (Ibidem). Ya veremos si los ministros de la SCJN rompen esa tendencia excluyente, si deciden reivindicar el concepto de nación como garante de la igualdad, derecho que está en la base de la propuesta de Sergio Valls para avalar la constitucionalidad del matrimonio entre personas del mismo sexo.
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