¿Se puede ser mujer y ser priísta? Perdón a las compañeras de ese partido, pero las feministas hemos aprendido que uno no nace mujer, sino que se llega a serlo.
Rosario Castellanos, escritora y periodista en los mejores tiempos de Excélsior, descubrió que su nombre en el periódico demostraba su propia existencia: “Cuando abro los periódicos (perdón por la inmodestia, pero a veces un poco de verdad es más alimenticia y confortante que un par de huevos a la mexicana) es para leer mi nombre escrito en ellos. Mi nombre, que no abrevio por ninguna razón, es, a pesar de todo, tan pequeño como una anguila huidiza y se me pierde entre las líneas ágata que si hablaban de mí no recurrían más que al adjetivo neutro tras el que se ocultaba mi persona, mi libro, mi última conferencia. ¡Bah! ¡Qué importaba! ¡Estaba ahí! ¡Existía! Real, patente ante mis propios ojos. Pero cuando no estaba… Bueno, en fin, hay que ensayar la muerte puesto que se es mortal” (Narciso 70, Rosario Castellanos). Ella se hizo mujer a través de las letras, al denunciar las desigualdades de género y la discriminación al indígena; y también en su reflexión eterna sobre la dualidad de ser mujer y ser mexicana, dos condiciones que se construyen al decapitar marionetas y encuerar a personajes que visten de falsos oropeles.
Por eso indigna que el gobernador Juan Sabines Guerrero haya impuesto la Medalla Rosario Castellanos a Beatriz Paredes Rangel, por designación del Congreso de Chiapas. ¿Qué diría Rosario Castellanos al encontrar su nombre asociado al de la legisladora tlaxcalteca? Porque aunque esta última guste de vestir como indígena, su mayor mérito político ha sido negar el derecho a decidir de las mujeres y de las indígenas en 18 entidades del país. Tenemos presente que durante su reinado al frente del partido tricolor, prácticamente todos los legisladores del PRI votaron en cada uno de los congresos estatales para cambiar las constituciones locales y defender la vida desde el momento de la concepción. Así que gracias a los operadores de Beatriz Paredes, hoy se reconoce como persona al embrión y se puede llevar a la cárcel en calidad de homicidas a las mujeres chiapanecas que decidan abortar. Se trata de una medida electoral; con esas reformas el PRI buscó desprestigiar al PRD, y en especial al gobierno de la ciudad de México, que había despenalizado el aborto el año anterior. Además se buscó el apoyo de los jerarcas de la Iglesia católica para que desde los púlpitos llamaran a votar por el PRI en las elecciones intermedias de 2009. Beatriz Paredes es una mujer muy inteligente, y su motivación política, lejos de fortalecer los derechos de las mujeres indígenas, ha sido la de ganar votos, y –como todos sabemos– la medida le ha resultado muy efectiva. Por el contrario, Rosario Castellanos dedicó gran parte de su trabajo a desmitificar la maternidad como un fenómeno al cual la mujer se aferra, así como a denunciar el machismo de la cultura eclesial: La manzana cayó; pero no sobre un Newton de fácil digestión, sino sobre el atónito apetito de Adán. ¡Qué implacable fue Dios, ojo que atisba a través de una hoja de parra ineficaz! ¡Cómo bajó el arcángel relumbrando con una decidida espada de latón! En su búsqueda de autenticidad, la poetisa sabía burlarse de su propia inteligencia: “Somos la raza estrangulada por la inteligencia, la insuperable, mundialmente famosa trapecista que ejecuta sin mácula triple salto mortal en el vacío. La inteligencia es una prostituta que se vende por un poco de brillo y que no sabe ya ruborizarse“ (Apuntes para una declaración de fe, Rosario Castellanos).
En estos días vemos actuar nuevamente a los priístas ante otras propuestas y programas non sanctos de salud sexual y reproductiva. Gente del líder sindical priísta Marco Antonio García Ayala tomó la Clínica Especializada Condesa, llegando a la amenaza para impedir la entrada a la doctora Andrea González, coordinadora del Programa de VIH/Sida de la ciudad de México; del doctor Jesús Casillas y del doctor Ubaldo Ramos, subdirector médico de dicha clínica. Con esa medida ponen en riesgo la salud y la vida de miles de personas que ahí se atienden, en un programa que es vanguardia internacional en prevención y atención médica del VIH/sida. Mientras tanto, en el Congreso federal se desecha una reforma sobre reproducción asistida en que Ángeles Moreno rescata visiones de académicos progresistas, pero Cristina Díaz –de su mismo partido– empuja una iniciativa que menoscaba la libertad reproductiva de las mujeres casadas o en concubinato, al establecer que se debe pedir consentimiento al cónyuge para acceder a la tecnología; además niega y discrimina de ese derecho a solteras y a parejas del mismo sexo. El dictamen evita regular sobre la maternidad subrogada, limita el número de óvulos que podrían fertilizarse y, lo más grave, confunde el concepto de embrión con el de persona, otorgándole estatus jurídico al primero.
La maternidad voluntaria es un derecho, una experiencia intensa y desgarradora: Como todos los huéspedes, mi hijo me estorbaba ocupando un lugar que era mi lugar, existiendo a deshora, haciéndome partir en dos cada bocado. Fea, enferma, aburrida, lo sentía crecer a mis expensas, robarle su color a mi sangre, añadir un peso y un volumen clandestinos a mi modo de estar sobre la tierra. Su cuerpo me pidió nacer, cederle el paso; darle un sitio en el mundo, la provisión de tiempo necesaria a su historia. Consentí. Y por la herida en que partió, por esa hemorragia de su desprendimiento se fue también lo último que tuve de soledad, de yo mirando tras de un vidrio. Quedé abierta, ofrecida a las visitaciones, al viento, a la presencia (Se habla de Gabriel, Rosario Castellanos).
sábado, 17 de septiembre de 2011
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